Opinión | Editorial

La responsabilidad de garantizar la medicación al paciente

Canarias no es ajena a estas perturbaciones en el suministro y es más vulnerable que otras zonas de España por su condición insular

Un farmacéutico coloca los medicamentos en una farmacia

Un farmacéutico coloca los medicamentos en una farmacia / La Provincia

De un tiempo a esta parte, se está produciendo un inquietante crecimiento del desabastecimiento de medicamentos en las farmacias que ha adquirido notoriedad. Las cifras son elocuentes: según la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps), hay actualmente problemas de suministro en 740 fármacos, con una media de 881 en los últimos tres meses; en 2018, el desabastecimiento había sido de 250 productos, y a finales de 2019, de 536. El problema se agrava con el aumento de la esperanza de vida, un mayor bienestar que, sin embargo, provoca que se dispare el consumo de medicamentos para afrontar un envejecimiento con calidad de vida.

Canarias con un gasto farmacéutico de 54.883.527 (diciembre de 2022) no es ajena a estas perturbaciones en el suministro. Incluso se podría afirmar que es más vulnerable que otras zonas de España por su condición insular, que la hace más dependiente de la logística aeroportuaria. Una vinculación , a su vez, subordinada a aspectos derivados de la alteración del mercado por factores bélicos y naturales. La Consejería de Sanidad tantea alternativas como garantizar la expedición del fármaco a través del intercambio entre farmacias, o bien a través de la conexión entre médicos y establecimientos para que el paciente no se vea desasistido frente a un desabastecimiento puntual. Los expertos abogan por la flexibilidad del sistema público sanitario ante una crisis en el mercado, sin que ello afecte a la salud ni a los debidos avales científicos en el control del medicamento.

Las razones de esta situación son complejas y pertenecen a dos categorías. Una primera es estratégica, y es la más inquietante: la fabricación de materias primas —principios activos farmacéuticos— está en muy pocas manos, y de hecho más del 80% de la producción proviene de la India y de China. Esta limitación de la oferta produce carencias. Con la pandemia ya hemos podido experimentar la necesidad de cierta autosuficiencia nacional o europea en el capítulo de los productos sanitarios con adquisiciones de mascarillas a la desesperada, no todas ellas a través de operaciones transparentes, además de gravosas para el erario público.

La segunda razón de la escasez de índole económica y comercial. Los medicamentos tienen precio regulado, que no puede variar sin autorización de la Aemps, y los precios españoles, desde la revisión a raíz de la crisis de 2008, son sensiblemente más bajos que los de la mayoría de los países de la UE (el 50% de los alemanes, por ejemplo), por lo que los laboratorios tienden a dar preferencia a los países donde más rentabilidad consiguen.

Farmaindustria, la patronal de los fabricantes, ha denunciado esta situación y culpa a los mayoristas del desvío, pero Fedifar, la patronal de los distribuidores, señala a los fabricantes… Sobre la mesa de la Comisión Europea están diversas medidas en proyecto: la fijación de horquillas de precios de los medicamento en el mercado comunitario, la creación de un listado de fármacos estratégicos y la limitación de los movimientos de medicamentos en el seno de la UE.

Junto a estas causas estructurales hay otras accidentales e imprevisibles. Así por ejemplo, ciertos fármacos contra la diabetes mellitus tipo 2 han empezado a utilizarse para adelgazar, lo que ha disparado inesperadamente la demanda. Y determinados antibióticos se agotan cuando llegan las oleadas de contagios invernales. Hay medicamentos, como Trankimazin, Maxalt y Tromalyt, que presentan problemas de suministro en las farmacias. Son algunos de los 160 fármacos que, por diversas circunstancias, no llegan al paciente que los necesita con la regularidad que sería deseable. También están en esta situación, en determinados momentos o en ciertos puntos de venta, algunos tan de uso cotidiano como el Ibuprofeno o el Paracetamol.

Salvo situaciones muy concretas y espaciadas, cuando falta un fármaco determinado, el farmacéutico está en condiciones de ofrecer al paciente un producto sustitutivo, y solo en menos del 10% de los casos es precisa la intervención de la Aemps, que determina la solución que haya que dar a cada incidente. Los médicos también son advertidos periódicamente de las carencias, por lo que deben abstenerse de recetar lo que no está en el mercado.

Ante esta situación, es deseable que la Unión Europea decida fabricar en su territorio una parte significativa de sus principios activos fundamentales. Es urgente además que se adopten las medidas europeas mencionadas antes y, paralelamente, las administraciones de cada país deben flexibilizar y mejorar sus sistemas de control para que, sin merma de la calidad, se establezcan un procedimiento ágil de revisión de precios y unos stocks obligatorios para los distribuidores que garanticen que cada paciente recibirá a tiempo los productos que las ciencia pone a su disposición.

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