Opinión | Cartas a Gregorio
Indiferente al dolor

Destrucción causada por la DANA.
Querido amigo, una de esas noches que me quedo hasta tarde en la oficina, vi como un ratón se colaba a toda velocidad en la habitación de los archivos. Enseguida me puse a buscar una de esas ratoneras antiguas que guardo en alguna parte, y rebuscando en los cajones me encontré con un tubo viejo de pegamento para ratones y, pensando que no iba a funcionar, seguí buscando la ratonera de toda la vida.
No pasó ni una hora cuando me encontré al pobre roedor allí pegado en una lucha inútil por escapar. Me pareció tan pequeño e indefenso, que hasta pensé en ayudarlo a despegarse, pero al final tuve que rematarlo para que no siguiera sufriendo.
Mi mujer no es capaz de matar ni a una cucaracha porque piensa que nadie tiene derecho a acabar con la existencia de un ser vivo.
Parece ridículo, Gregorio, que, si estamos acostumbrados a ver en los informativos diarios asesinatos y mutilaciones de miles de inocentes en la guerra, no seamos ahora capaces de matar a una cucaracha sin sentirnos culpables.
Recuerdo a León Gieco (Santa Fe, Argentina, 1951) que en el año 1978 presentó la canción "Solo le pido a Dios", un tema que le hizo ganar reconocimiento internacional sobre todo por la versión que hizo Mercedes Sosa.
En mayo de 2023 Gieco le cantó esta emblemática canción al Papa Francisco en Roma en una audiencia privada que tuvo lugar con motivo del cierre del Congreso realizado por el Instituto de Diálogo Interreligioso, que dice: "Solo le pido a Dios, que la guerra no me sea indiferente. Es un monstruo grande y pisa fuerte, toda la pobre inocencia de la gente"
Desgraciadamente, lo habitual de la barbarie nos hace insensibles, y la pasividad nos convierte en cómplices.
Guerras como las de Ucrania o Palestina han hecho que el mundo sea hoy un infierno, y el regreso de Donald Trump a la presidencia de EE.UU. lo empeorará mucho más. Pero qué se puede esperar de un país donde las feministas votan por un presidente machista y los emigrantes por un gobierno xenófobo.
Lo que le pedimos a Dios es que no nos haga indiferentes a las injusticias, al dolor y a la muerte.
El mal de nuestro tiempo es la insensibilidad, algo que hemos ido fomentando desde la infancia cuando conectamos nuestros hijos a los video juegos, una plataforma que puede tener efectos perniciosos en su desarrollo emocional y que les permite inhibirse por completo para transportarlos a un universo virtual donde matar es fácil y divertido. Es decir, fomentando la incapacidad de sentir el sufrimiento de los demás.
Si nos habituamos a oír el sonido de las campanadas en las señales horarias, terminamos por no oírlas, y lo mismo pasa cuando nos acostumbramos a ver las miserias de la guerra.
Hemos perdido la capacidad de asombro, Gregorio, y necesitamos cambiar esa indiferencia por la solidaridad.
Un abrazo, amigo, y hasta el martes que viene.
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