Opinión | La opinión del experto
El colesterol es amigo y enemigo
El colesterol durante millones de años cumplió con su imprescindible y humilde papel sin que nadie se diera cuenta. Fue en el siglo XX cuando, sin saberlo, se convirtió en el enemigo más encarnizado de la salud.
El nombre se lo asignó Michel-Eugéne Chevreul a finales del XIX: colesterina. Coles por bilis, esterina por su composición tridimensional, como estéreo. Eran las piedras en la vesícula. Viene de la teoría humoral que se enraíza en Hipócrates. Cuatro humores: sangre, flema, bilis negra y bilis amarilla. Cole es bilis en griego. Un predominio de la negra produce tristeza y depresión: la melancolía, bilis negra.
Rudolf Virchow fue un fisiólogo alemán que ha dejado una huella profunda en el pensamiento médico: viajó desde las unidades elementales de que estamos compuestos a la medicina social. Se dio cuenta de que somos una sociedad de células organizadas en tejidos y órganos. Cada célula está ocupada de su supervivencia y reproducción, en ese sentido egoísta. Además, sabe que tiene que colaborar con el mantenimiento del organismo, en ese sentido es altruista. Disecando miles de cadáveres describió las placas de ateroma, lo asoció a degeneración, un signo de envejecimiento. Lo certificó un discípulo de Pavlov, el de los perros: los alimentó con una dieta rica en proteínas porque las consideraba tóxicas. Efectivamente, los perros desarrollaron aterosclerosis, pero no por las proteínas: por las grasas de la carne. Eso no lo supo ver. Y es que las placas contienen hasta veinte veces más colesterol que las arterias normales. La hipótesis lipídica estaba naciendo.
Las células de Virchow están encerradas en una membrana semipermeable. La materia más importante de la que está hecha es el colesterol. Lo necesitamos, por eso lo fabricamos en el hígado. También sirve para ayudar a absorber los alimentos grasos, de ahí que haya tanto en la bilis. En fin, que sin colesterol no habría células y sin él no podríamos alimentarnos.
También sirve para formar hormonas, esas sustancias que regulan el organismo junto con el sistema nervioso. Porque, ¿cómo iban las células a saber lo que necesita el cuerpo en cada momento? Ellas son obedientes, excepto cuando se rebelan como en el cáncer, pero alguien tiene que darles órdenes. Así que es bueno que haya colesterol en la sangre.
Cornelius Langen, que murió en 1967, 40 años después de recibir el premio Nobel, observó que la cifra de colesterol en sangre de los indonesios, súbditos de la reina holandesa en las colonias, era mucho más baja que la de los holandeses que explotaban ese país. Comían menos carne, huevos y leche. Cuando se alimentaron como sus patrones, el colesterol subió. Las cosas empezaban tener sentido. La enfermedad cardiovascular se había convertido en una plaga, mataba con la misma crudeza que un disparo o un veneno mortal a gente joven y parecía que se había encontrado el culpable: el colesterol. Solo quedaba demostrarlo. Dos estudios diseñados aproximadamente en las mismas fechas lo confirmaron: el Framihgham y el Seven Countries. Ambos son estudios epidemiológicos, el laboratorio es la vida. El Seven Countries se centró en la relación dieta colesterol, ya descubierta por Langen. Su promotor, Ancel Keys, es el inventor de la dieta mediterránea. Framingham es una pequeña localidad de Massachusetts. Los investigadores invitaron a los ciudadanos a participar en un estudio en el que se comprometían no solo a responder a una larga encuesta, pasar un examen físico y aceptar que se les recogieran muestras de todos los líquidos accesibles. Además, deberían estar disponibles para un seguimiento a largo plazo. Es lo que se llama un estudio de cohortes.
Al inicio todos estaban sanos, al menos aparentemente. Cada uno con su cifra de colesterol y otras variables. De una manera sistemática y realmente minuciosa, recogían todos los problemas de salud que iban ocurriendo. Pronto ya acumularon el suficiente número de acontecimientos coronarios. Esos eran los casos. El resto, los que no padecían esas enfermedades, eran los testigos.
Compararon la cifra de colesterol al inicio del estudio entre ambos grupos. Vieron que en la media era más alta en los primeros. Naturalmente, había casos con colesterol bajo y testigos con colesterol alto. Porque el colesterol no es la única causa de enfermedad coronaria, conocemos otras: tabaco, hipertensión, diabetes, obesidad. Y desconocemos muchas.
Si el colesterol era el enemigo a batir ¿a partir de qué cifra tratar, suponiendo que se supiera? Colocado en el eje de las X la cifra de colesterol y en el de las Y la tasa de casos de enfermedad coronaria, se observó que la curva era más o menos plana hasta 250 y que a partir de ahí la morbilidad crecía exponencialmente. Esa fue la cifra elegida.
Hoy, tras años de experiencia e investigación, la cifra ideal es mucho más baja, 200 puede ser un buen objetivo. Pero como ahora ya se sabe que el colesterol está compuesto por varias fracciones y que la llamada LDL es la que se acumula en las arterias, ese es el que tiene que ser bajo. Si es el único factor de riesgo, la recomendación es dieta, ejercicio y control de peso. n
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