Opinión | RETIRO LO ESCRITO

Cancelar a Savater

La reacción contra Savater es la consecuencia de símbolos, retóricas y estereotipos que a través de distintas estrategias y formatos han sido puestos en marcha por el poder político durante el último lustro en España y por sus aliados mediáticos en prensa, radio y televisión (y que por supuesto ha construido una reacción recíproca)

El escritor y filósofo, Fernando Savater.

El escritor y filósofo, Fernando Savater. / EFE

Me parece que el intento de cancelar a Fernando Savater está destinado al fracaso. Llevan tres o cuatro días intentándolo, pero no acaban de conseguirlo. Es más jodido de lo que parece derribar la carrera intelectual de más de medio siglo de uno de los mejores ensayistas del idioma. Pero por entusiasmo que no quede. Abreviando. Savater, en su más reciente artículo en The Objetive, se refirió a la señora que transmitió con una figura televisiva las campanadas en TVE como «la gorda esa». Yo tampoco sé quién es la presentadora de marras, aunque al parecer ahora debe conocerse su hipnótica y portentosa personalidad a todo trance, como antes la lista de los reyes godos o ahora el sujeto que ocupa la jefatura del gabinete de cualquier jefe del gabinete.

Por supuesto que llamar gordo a alguien es una grosería, y una grosería que debe o puede exigir una disculpa, pero no es un crimen. Ni siquiera un delito menor. Sin embargo a los diez minutos de publicarse el artículo ya estaba siendo satanizado en las redes sociales. Savater era idiota, estúpido, ignorante, un fascista redivivo, un tarado que no sabe escribir, un necio irremediable, un machista vomitivo, un tipo que seguramente lleva décadas pagando a negros para que les escriban los libros (sic), un pollaviejísimo rancio y amargado, un mercenario de la derecha extrema y de la extrema derecha.

Seguro que les aburro a ustedes pero permítanme insistir en que para estos babosos detractores Savater es todo eso porque llamó gorda a una presentadora de televisión. Es más que suficiente para arremeter furiosamente contra una persona, para escarnecerlo y vituperarlo, para despreciar su obra y ridiculizarlo, incluso publicando fotos de un hombre de cerca de ochenta años para ilustrar la derrota de su carne ajada. A mí todo esto se me antoja repulsivo e injustificable y de una hedionda y extraordinaria mezquindad. Este y otros casos de crucifixiones tuiteras a izquierda y derecha significan un síntoma evidente y muy preocupante de la crisis de civilidad de un país.

Y es preocupante porque, como cabría esperar, no es el fruto de un movimiento espontáneo de la opinión pública, ese fantasma parlanchín que según Lippman sirve para legitimar la toma de decisiones en el proceso político. La reacción contra Savater es la consecuencia de símbolos, retóricas y estereotipos que a través de distintas estrategias y formatos han sido puestos en marcha por el poder político durante el último lustro en España y por sus aliados mediáticos en prensa, radio y televisión (y que por supuesto ha construido una reacción recíproca). Los antiguos progres merecen una atención especial. Gente como Savater, Félix de Azúa o Andrés Trapiello, por ejemplo. Hay que macharlos y presentarlos como lo que son: viejos resentidos porque no se resisten al paso del tiempo ni a perder la pompa de los cetros.

En ningún momento nadie pretende debatir con ellos. Basta con repetir las consignas una y otra vez: resentidos, envidiosos, anacrónicos, viejos, viejos, viejos. Hace tiempo que la izquierda no debate ni analiza: solo pontifica. Y lo hace habitualmente con las gramáticas de la emoción, con la sintaxis de la indignación y la exclusión moral. ¿Quieres conocer la verdadera situación económica y social del país? Abstente de leer a Félix Ovejero. Era más provechoso escuchar la opinión de Marisa Paredes, pero ahora que lamentablemente ha fallecido habrá que resignarse a las aportaciones analíticas de Penélope Cruz. ¡Esas lágrimas de Pedro Almodóvar cuando Pedro Sánchez anunció que se tomaba unos días para decidir si continuaba o no como presidente! ¿Cómo pueden compararse siquiera con lo escrito por ese asilo de ancianos malignos y reaccionarios que ni siquiera son millonarios?.

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