Opinión | En voz baja
El túnel del fracaso
Habita en uno de esos túneles que unen Vegueta con la Avenida Marítima. Su hogar, un pedazo de cartón donde dormita cada noche. Desde esa terraza contempla a los transeúntes que pasan delante suya y a los que saluda con sumo respeto. Las primeras veces atravesamos el pasadizo con desconfianza, pero con determinación y con ansias por llegar al otro extremo. No lo podemos negar.
Su voz quebrada nos sobresalta al saludar y le devolvemos el saludo como corresponde entablando una improvisada conversación. Comenta que aprendió a boxear en la barriada de Jinámar y que lo practicó en el módulo uno del Salto del Negro. En el bloque seis hizo atletismo y asegura, con orgullo, que nadie lograba superarle. Su aspecto ajado por los años y demasiados excesos esconden una persona sin presente ni futuro, que malvive en un paso a nivel sin salidas.
Sobre nuestras cabezas, el bullicio ensordecedor de la ciudad resuena sin parar y la vida se desliza con la velocidad del tráfico, siempre denso. Mientras tanto, estos rincones oscuros de la capital conforman un mundo paralelo muy distinto. Invisible para muchos.
Allí abajo vive un hombre sin hogar que ha hecho de un túnel su refugio, su casa y tal vez su peor prisión. Para quienes caminan sobre la superficie, esta persona no es más que una figura borrosa, un fantasma en el paisaje urbano decrépito. Pero bajo esa piel curtida por los reveses y la indiferencia social, yace una historia que pocos se detienen a imaginar.
Nadie sabe exactamente cómo llegó allí, si alguna vez tuvo una oportunidad para salir del agujero o si, de haberla tenido, se le escapó entre los dedos. Lo que es seguro es que el túnel donde se cobija no es solo un espacio físico. Es el reflejo de una sociedad que ha fracasado en proteger a los más vulnerables.
Ahí abajo el tiempo no tiene prisa. Los días se confunden con las noches, y la luz del sol apenas se cuela entre las grietas de una triste realidad. Pero en el túnel, la pesadumbre lo envuelve todo. Allí, rodeado de cajas vacías, bolsas de plástico y basura, el minutero se detiene, atrapado entre el ruido del asfalto y el eco del derrumbe colectivo. La muestra más evidente de esta derrota social es la oleada de sin techo que invaden las principales calles de esta ciudad de segunda ante la desidia de las administraciones. Eso sí, seremos sede del Mundial de fútbol de no sé qué año y aspiramos a ser capital europea de la cultura.
Él como otros muchos no se queja. Su mirada perdida cuenta una historia que nunca ha encontrado palabras. Una decisión equivocada o varias desgracias en cadena. Qué más da. Lo que sí sabemos es que su realidad es compartida por miles de hombres y mujeres que sobreviven en las calles de la capital en condiciones ínfimas, víctimas de un sistema que los ignora.
De momento, mañana volveremos a ese túnel del fracaso y saludaremos con afecto a Javier.
- Buenas noticias para los trabajadores: podrán dejar de trabajar si su empresa no les paga la nómina y tendrán derecho a paro
- ¿Qué es el enorme bulto a la deriva en aguas de Fuerteventura?
- Caos en un vuelo que salió de Canarias: un supuesto diplomático de la ONU retrasa el despegue del avión
- La fortuna deja más de nueve millones en Canarias
- La batalla de Uxía, la maestra gallega cesada en Canarias por su discapacidad
- La evolución de la hija de Anabel Pantoja tras su ingreso hospitalario: mejora lentamente
- Conducción temeraria | Dos conductores discuten en plena autopista en Gran Canaria
- Empresario, trabajador de la banca y de Fuerteventura: así es el nuevo amor de Sara Carbonero