Opinión | Retiro lo escrito

Venezuela en vilo

Archivo - La líder de la oposición de Venezuela, María Corina Machado

Archivo - La líder de la oposición de Venezuela, María Corina Machado / Jeampier Arguinzones/dpa - Archivo

Diosdado Cabello es tan gafo, tan pendejo, tan huevón, que el otro día reconoció la victoria de Edmundo González Urrutia en las elecciones presidenciales a una reportera. La periodista le preguntaba por la actividad de la oposición venezolana en los últimos meses y Cabello le aseguraba que había sido mínima. «Dos meses después de ganar las elecciones», señalaba ese asqueroso pedazo de carne bautizada, «ya apenas salían a la calle». Claro que la condición de pendejo de Cabello no le resta ni cierta brutal astucia política, ni habilidad conspirativa ni apetito por el poder, virtudes sobre las que ha cimentado su carrera criminal. En los inicios del régimen Cabello era el animalito cuadrúpedo que tenía el encargo de decir lo que no podía decir públicamente san Hugo Chávez. Por ejemplo, que la oposición al chavismo jamás volvería al poder «ni por las buenas ni por las malas». Innumerables indicios apuntan a su vinculación directa y sostenida de Cabello con el narcotráfico. Por el momento ejerce como ministro de Interior y Justicia, y en el Gobierno le acompañan Marleny Contreras, ministra de Turismo y diputada, y su hermano José David, exministro de Obras Públicas y hoy director del Servicio Integrado de Administración Tributaria, encargado de la recaudación de impuestos. La familia que mata y roba unida permanece unida.

Nicolás Maduro y su camarilla saben perfectamente que la oposición no es una entidad fantasmal. En la oposición se sitúan ahora mismo el 80% de los venezolanos. Por eso Caracas se encuentra en estado de sitio hace casi tres días. Y por eso han detenido a la mujer extraordinaria que ha metido a esta dictadura miserable en esta situación: María Corina Machado. Pero no es verosímil que Machado apareciera en las calles de Caracas ayer ignorando que sería detenida de inmediato y a cualquier precio. Estoy seguro que se ha dejado detener bajo un frío y brillante cálculo de costes y beneficios. Machado y los suyos llegaron a la conclusión de que la oposición había llegado al límite de sus posibilidades. La gira diplomática de González Urrutia, culminada con la entrevista con Joe Biden en la Casa Blanca, fue muy exitosa, pero no le acerca un centímetro a la banda presidencial. Contra lo que dicen muchos –incluso personas inteligentes como Miguel Otero– que hoy viernes no ocurra nada, que el usurpador asuma ilegal e ilegítimamente un nuevo mandato de seis años, sería muy grave. No acabaría con la resistencia democrática, pero supondría una victoria simbólica de la dictadura. Un aviso evidente de que controla –siquiera con la fuerza militar y la disuasión policial– la situación política en el país.

Machado es la obsesión del chavismo. Después de innumerables avisos, amenazas y amonestaciones el régimen no podría resistir la tentación de detenerla y en la tarde de ayer lo hizo en Chacao. Mientras se escribe esto las noticias son confusas. Algunos deslizan que la líder de la oposición está en su casa porque alguien de la dictadura ha tenido un segundo de lucidez y la han soltado casi enseguida. Otros aseguran meticulosamente que no está detenida, sino retenida en dependencias policiales, y podrá irse a donde quiera en las próximas horas. La apuesta de Machado es esta: que mientras el Gorrino pisotea la Constitución y toma juramento la principal líder de la oposición democrática del país permanece arbitrariamente detenida. Asume un riesgo extraordinario porque, en efecto, la pueden matar. Incluso puede hacerlo algún mando chavista espontánea o planificadamente descontrolado. Pero consigue así galvanizar la hartura y la indignación de millones de venezolanos y convoca a la comunidad internacional a que se movilice en serio contra la tiranía de Maduro y sus cómplices.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents