Opinión | La columna

Albert Soler

El trabajo nos hará libres

Lalachus

Lalachus / TVE

A los que tenemos cierta edad, el Gobierno nos pone la edad de jubilación como la zanahoria a un burro, y cuando parece que vamos a alcanzarla, nos la coloca un poco más lejos, para que sigamos avanzando. Llegamos resoplando y con dificultades a los 60, y cuando ya veíamos los 65 en el horizonte y con ellos un remanso de viajes del Imserso con bufet libre en Torremolinos, nos sitúan la línea de meta a los 67. Los boomers somos los pringados del sistema laboral, cuando yo me acerque a los 67, Pedro Sánchez –ahí seguirá, porque todavía andará prometiendo amnistías a quien haga falta– anunciará una nueva reforma que situará la jubilación a los 70 años. Al asomar los 70 en lontananza, la nueva línea de meta será a los 75. Y venga otra vez. Así seguiremos eternamente, como un Sísifo que no termina nunca de trabajar. Y conste que no lo digo por mí, que disfruto de un trabajo que me permite llegar tarde a casa sin tener que contar inverosímiles excusas a mi señora, a mí deberán jubilarme a patadas.

Es por nuestro bien, que en Francia se jubilan a los 62 y después no saben qué hacer con el tiempo libre, más allá de beber pastís y jugar al dominó, un aburrimiento. Los franceses, raros que son, tomaron las calles cuando Macron les anunció que deberían jubilarse a los 64, mientras que aquí nos jubilarán casi a los 70 y nos dedicamos a discutir si está feo llamarle gorda a Lalachus, las calles las tomamos solo cuando nuestro equipo gana una copa. Eso es así porque nosotros sabemos que el trabajo nos hará libres, ya lo anunciaban al llegar a Auswitchz, y agradecemos que nos rebajen un poco la jornada laboral a cambio de trabajar hasta poder abrazar a nuestros bisnietos llegando de la fábrica. Además, reunir en un mismo lugar de trabajo a tres generaciones de una misma familia es algo que solo conocíamos a través de las novelas de Charles Dickens, por primera vez un Gobierno progresista está a punto de conseguirlo en la realidad y en España. No descartemos que, rebajando un poco la edad laboral –por ejemplo, a los siete años– consigamos reunir bajo un mismo techo empresarial a cuatro generaciones de la familia, para envidia de los franceses, que deberán conformarse con compartir factoría padre e hijo.

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