Opinión | Contexto

Miguel Á. Melián Negrín

Washington redefine su estrategia: Latinoamérica como eje estratégico

El Mercosur y la Unión Europea cierran en Montevideo un acuerdo de libre comercio

El Mercosur y la Unión Europea cierran en Montevideo un acuerdo de libre comercio

Latinoamérica (diferenciada de Iberoamérica o Hispanoamérica) ha pasado de estar tres décadas bajo relativa relevancia marginal en la política exterior de Estados Unidos a ser uno de sus principales focos en la actualidad. El reciente contexto de transformaciones geopolíticas y el auge de nuevas tendencias socioeconómicas en la región la sitúan nuevamente en el panorama global. El efecto Milei (regional e internacional), el segundo mandato de Bukele, la resistencia ilegítima de Maduro o el acuerdo Mercosur-Unión Europea son solamente algunos ejemplos significativos de fenómenos que acaparan el interés por la región.

A este escenario se suma una nueva capa de competencia hegemónica marcada por la creciente influencia de China, especialmente en el ámbito económico-comercial. Entre 2002 y 2023, el comercio entre China y Latinoamérica experimentó un crecimiento exponencial, multiplicándose por 26 y alcanzando un valor actual superior a los 482.000 millones de dólares. Este avance no solo se refleja en el intercambio comercial, sino también en el desarrollo de numerosos proyectos estratégicos, como infraestructuras críticas, extracción de minerales y obras de gran envergadura, ejecutados bajo el auspicio chino. Como resultado, la relación entre China y la región se ha consolidado en torno a una interdependencia económica, donde Pekín utiliza herramientas financieras para proteger y expandir sus intereses, despertando en su contraparte estadounidense profundas preocupaciones por el excesivo intervencionismo chino.

De esta forma, Latinoamérica plantea desafíos y oportunidades para Estados Unidos, que observa el panorama en esta segunda etapa de Trump como un escenario inédito dentro de su intensa competencia global. Una de las formas más claras en las que se manifiesta esta visión se encuentra en los principios de la rescatada Doctrina Monroe, de 1823, reafirmando a América como área de influencia exclusiva de EE UU.

Esencialmente, la región entraña dos ejes fundamentales en términos estratégicos: el pilar económico-comercial de un lado y, por otro, una esfera más amplia que aglutina retos interrelacionados como la inmigración irregular, el tráfico de drogas o la inseguridad. Respecto al primero, la competencia con China marca indudablemente las pautas. Trump orientará sus esfuerzos en influir política y económicamente para consolidar su presencia en la región, implementando así una estrategia que puede ser entendida de forma bidimensional. De una parte, pondrá nuevamente, y reforzará, su programa Makes the Americas Grow Again (América Crece), lanzado en 2019, que gira en torno a la cooperación y la inversión para el crecimiento económico. En este campo serán fundamentales sus alianzas con mandatarios de Argentina o El Salvador, figuras clave para Trump en la región.

Y, por otra, incrementar el uso de instrumentos económico-comerciales como los aranceles bajo una serie de criterios excluyentes que tienen como fin último el decrecimiento de China en la región. Es decir, penalizará a aquellos países que comercien más con China que con EE UU, donde afectará esencialmente a aquellos países que tienen gran parte de su exportación hacia el país norteamericano, como los casos de México o Guatemala.

En el segundo eje estratégico, destacan países como México, Panamá, Honduras y Guatemala, donde Trump buscará reactivar acuerdos de cooperación migratoria y seguridad establecidos durante su primer mandato. Estas naciones son clave por su relevancia geopolítica, sobre todo en lo concerniente a la seguridad y el comercio, abarcando desde el control estratégico del Canal de Panamá hasta las principales rutas del narcotráfico. Figuras clave como Marco Rubio (Secretario de Estado) y Mauricio Claver-Carone (Enviado Especial para América Latina), pilares de su nueva Administración, reflejan esta visión estratégica de presión y mayor implicación en la región. Todo ello respaldado por el creciente apoyo electoral de las comunidades latinas a las políticas de Trump.

Concluyendo, Latinoamérica vuelve a ocupar un lugar prioritario en el panorama geopolítico de Estados Unidos. La creciente influencia china, combinada con desafíos críticos como el tráfico de drogas y las promesas electorales sobre inmigración irregular, obliga a Trump a enfocar su capital político y comercial en reforzar la posición de Washington como socio estratégico esencial para la región.

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