Opinión | Tropezones

Breverías 145

Breverías 145

Breverías 145 / La Provincia

Recuerdo haber tenido en mi poder una original guía de los baños públicos de Londres, llamada «The Good loo» donde imitando las recomendaciones de toda una guía Michelin, se valoraban los méritos de dichas instalaciones: desde un «no perdérselo» hasta un «merece un desvío» o similares ponderaciones. Creo recordar que en ese momento se llevaban la palma de este tipo de establecimientos los señoriales baños de la estación Victoria.

Pues resulta que lejos de decrecer el interés escatológico por este tipo de peregrinaciones, según la guía «Londres estrambótico» ya se organizan tours a cargo de la entusiasta R.C.W. que si en un principio se interesó por los baños de acceso gratuito, ha ensanchado sus perspectivas, valorando incluso el respeto por el enfoque feminista de este tipo de locales. Si en su visita a Londres les da algún apretón, echen mano de su móvil y consulten el mejor y más cercano acomodo en lootours.com. Igual el baño más próximo es de los que «merecen un desvío».

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Muchos recordarán el famoso «negro de Bañolas», un bosquimano humano disecado que se exhibía en el museo gerundense de Bañolas, cuyo valor etnográfico está fuera de discusión, pero al que las autoridades locales tuvieron el buen sentido de darle cristiana sepultura en Botsuana. Pues bien, según la misma guía citada arriba, los ingleses tampoco se andan con chiquitas. Resulta que también Londres tiene su ejemplar de humano embalsamado: nada menos que el famoso filósofo radical, Jeremy Bentham, fundador del utilitarismo, fallecido en 1832, pero cuyo cuerpo presente se exhibe en una jaula de cristal en el centro estudiantil de 28 Gordon Square. El conocido pensador, cumpliendo sus últimas voluntades, aparece vestido y sentado en una silla, pero no de cuerpo entero pues el disecado de la cabeza causó insuperables problemas, y su aspecto final resultaba demasiado repulsivo para su exhibición pública. Por ello el visitante habrá de conformarse con una reproducción aproximada, de su cabeza, seguramente confeccionada con la eficaz colaboración de los técnicos del museo de cera de Madame Tussaud.

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Y con ayuda de la mencionada guía, me voy a permitir aclararle al despistado visitante aficionado a transitar las calles de la capital inglesa el origen de un singular mobiliario urbano que no habrá dejado de intrigarle. Se trata de unos postes de unos 5 o 6 m, aleatoriamente enclavados como si de alumbrado público se tratara, pero sin ninguna luminaria coronando la cima, sino tal vez algún tipo de sombrero o protección para evitar que la lluvia penetre en lo que parece ser una abertura a modo de chimenea. Y lo curioso es que dichos postes pueden semejar macizas columnas clásicas imitando la de Trajano , aunque de pedestre hierro colado, o tal vez aparentando estilizados monolitos, siempre agradecidos.

Pues la guía nos ilustra que este tipo de estructuras tienen su origen en lo que se vino en llamar «La Gran fetidez» del año 1858 que obligó a Joseph Bazalgette a reacondicionar todo el sistema sanitario de Londres, creando innumerables torres de ventilación que con distintos estilos y ubicación todavía hoy ejercen su saludable función por el callejero londinense.

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