Opinión | Contexto

Jesús A. Núñez Villaverde

Un acuerdo que sabe a poco

Negociadores separados y detalles de última hora, así se negoció el alto el fuego en Gaza

Negociadores separados y detalles de última hora, así se negoció el alto el fuego en Gaza

A unque solo sirva para salvar una vida, el acuerdo alcanzado entre Israel y Hamás debe ser recibido como una buena noticia. Pero de inmediato se impone la cautela sobre su verdadero significado, tanto por lo ocurrido en ocasiones anteriores como por las ambigüedades que presenta lo pactado en Doha.

Lo acordado no borra la gravedad de la masacre que está cometiendo Israel, con la clara complicidad de Washington y otros, tanto en Gaza como en Cisjordania, sin que sirva de justificación lo que Hamás y la Yihad Islámica Palestina perpetraron el 7 de octubre de 2023. Sus puntos esenciales recogen lo que ya Joe Biden presentó en mayo pasado como un plan para el cese de las hostilidades. Un plan reiteradamente rechazado por Binyamín Netanyahu, en una clara demostración de la escasa importancia que concedía a la vida del centenar de personas que Hamás tenía en sus manos, empeñado en lograr definitivamente el control de todo el territorio que hay entre el río Jordán y el mar Mediterráneo.

Y si ahora ha aceptado el pacto, sabiendo que con ello pone en peligro su propia coalición gubernamental (es decir, su supervivencia política), es porque habrá obtenido lo que buscaba. Por un lado, ha logrado debilitar a Hamás tanto política como militarmente, hasta el punto de que ya no tenga capacidad para amenazar a Israel durante unos años. Una debilidad que le lleva a aceptar un acuerdo cogido con alfileres, sometido en todo momento a la voluntad de Tel Aviv, sin posibilidad real (ni aun recurriendo nuevamente a la violencia) de modificar un rumbo que va dejando irremisiblemente abandonados a los palestinos.

Por otro lado, y eso explica la presencia de miembros del equipo de Donald Trump en las negociaciones, cabe entender que Netanyahu ha obtenido las bendiciones del próximo presidente estadounidense en aquellos dos asuntos que le sirven para evitar que personajes como Ben Gvir y Smotrich provoquen la caída del gobierno. En su iluminada visión supremacista el próximo paso es la anexión definitiva de Cisjordania, suprimiendo de una vez por todas el sueño palestino de contar con un Estado propio; y para ello van a contar no solo con el permiso, sino también con el aval formal del mismo presidente que ya dijo en su día que los Altos del Golán dejaban de ser territorio sirio para convertirse en parte de Israel. A eso se añade el apoyo estadounidense para eliminar la amenaza que Irán representa; un empeño en el que se alinean los intereses de Tel Aviv y Washington de tal modo que, ya con Siria neutralizada, se va a convertir en la prioridad israelí a partir de ahora.

Nada garantiza el cumplimiento de un acuerdo que no es de paz, sino tan solo de cese temporal de hostilidades. Y menos aún que Israel vaya a sacar sus tropas del corredor Filadelfia y de Netzarim, permita la entrada ilimitada de ayuda humanitaria y el retorno de los desplazados. Lo de retirarse militarmente de Gaza y permitir la reconstrucción de la Franja entra ya de lleno en el terreno de la política ficción.

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