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Opinión | Volando bajito

¿Qué hacemos con ellos?

Una madre de 15 años con su bebé de 12 meses, entre las llegadas en patera a Lanzarote.

Una madre de 15 años con su bebé de 12 meses, entre las llegadas en patera a Lanzarote. / Salvamento Marítimo

El jueves paré un taxi en Miller Bajo. Durante el trayecto reparé en la música que escuchaba el taxista, Calle Trece y lo cuidado que tenía el coche. Como siempre me falta poco para pegar la hebra el hombre hizo un par de comentarios que abrieron mi apetito por rebatirle. Una mujer joven cruzó la calle y el conductor frenó en seco. «Estoy harto de los de los sudacas que vienen aquí a robar, tenga cuidado con la tarjeta que se la quitan», dijo. Sin ánimo de discutir, pero sí de manifestar mi incomodidad por sus palabras «no lo creo, ¿vienen a robar? Hay gente mala y buena en todos los sitios. No me va a encontrará en ese discurso, amigo, aclaré. ¿Te han robado?, ¿Has vivido una mala experiencia?», pregunté: «No, no, pero no me gustan, no me fío…» Argumento de peso, vamos. Ese encuentro fugaz me recordó que hace poco me invitaron a un debate sobre los chicos emigrante que han acabado amontonados en las islas. En el acto una mujer reconoció que era racista y habló del daño que le hace a la imagen de canaria esa avalancha de menores que llegan un día sí y otro también, El día que hablé con el taxista habían llegado más de 400 hombres mujeres y niños en pateras a nuestras costas. A algunos de los asistentes al debate los intuí incómodos hasta que me dio por preguntar «¿Y ustedes qué harían?», pregunté a voleo. «No dejarlos entrar a Canarias, ¿cómo?, ah, no sé pero aquí no cabemos más». De pronto un hombre hizo la pregunta adecuada por incómodo. «De los que están aquí, ¿Quién seria capaz de devolver mar adentro a uno solo de los chicos que alcanzan la orilla?». Nadie. El trabajo sucio que lo hagan otros. Ese trabajo maldito lo hacen los sinvergüenzas que negocian con trayectos que siempre tienen un lugar para la muerte. No deberían olvidarlo.

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