Opinión | Reseteando
Alonso Quesada: ya era hora
Alonso Quesada nunca tuvo una biografía suertuda, ni en la salud ni en unas circunstancias familiares que le obligaron a atender las necesidades alimenticias de los suyos y a quitarle horas al sueño para cimentar su prolífica obra

Alonso Quesada, en una imagen de archivo.
Eso del Día de las Letras Canarias, que es ahora mismo, el 21 de febrero, carece de ecuanimidad, y la prueba es que una observación de la lista de homenajeados desde 2006 depara más de un carraspeo de garganta. Queda más que claro que interviene la inevitable cuestión de género, el sobado equilibrio interinsular o las perturbaciones políticas. De ahí que no se entienda el rescate -tan tardío- para el año en curso de Alonso Quesada, en el furgón de cola de una nómina que no comento para aligerar corrosiones anímicas en próstatas y clítoris, o ni en lo uno ni en lo otro. Recomiendo visitar la Wiki para certificar que el autor ha sido maltratado, o al menos metido en el último congelador del arcón frigorífico, donde están las chuletas del lejano asadero.
¿La razón? No tengo la menor idea de que quiénes son los comisionados para ponderar sobre las virtudes y defectos para entrar en en ese parnaso, pero estoy seguro de que ellos estarán conmigo en la idea de que se les pasó el arroz a fuego lentísimo. Alonso Quesada nunca tuvo una biografía suertuda, ni en la salud ni en unas circunstancias familiares que le obligaron a atender las necesidades alimenticias de los suyos y a quitarle horas al sueño para cimentar su prolífica obra. A estas adversidades se une su frustración por no poder afianzar su carrera más allá de las Islas, una desazón de la que da fe su epistolario con Miguel de Unamuno. Todos estos condicionantes humanos, apoyados por su literatura, hubiesen sido factores preclaros para no haberlo dejado atrás, saturando aún más su perfil de desgraciado.
No es este lugar para diseccionar una trayectoria abierta en canal a través de múltiples estudios de un escritor entre la amargura existencial y una fina ironía. Cronista despechado, también despiadado, pero a la vez ambivalente, de la colonia británica, a la que fumigó con sarcasmos por su superioridad capitalista. Quesada está plagado de vectores pese a morir joven, y uno de ellos es el periodístico, ámbito en el que fue más allá de un habitual colaborador literario. Fue director de Ecos en las horas que le dejaba su trabajo como funcionario de la Junta de Obras del Puerto. Y de esta etapa aun por explotar en profundidad está previsto, de cara a un Día de la Letras Canarias a deshora, la edición de un libro con el epistolario con Luis Doreste Silva. La interpretación de unas misivas que prometen una nueva perspectiva de un Alonso Quesada sumergido en los avatares de la prensa ideológica, maquinando en el contexto del caciquismo de León y Castillo y sus títeres, y todo ello desde una mirada inteligente.
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