Opinión | RETIRO LO ESCRITO
Suicidio asistido
Tal vez Sánchez y los suyos consigan llegar así hasta el 2027 e incluso –aunque sea harto improbable – regalarse dos o tres años más. Pero el régimen democrático, sus instituciones y su legitimidad saldrán muy mal heridas por efecto del mezquino aventurismo sanchista.

Pedro Sánchez interviene en el XV Congreso del PSPV, este sábado, en València. / / Eduardo Ripoll
Otro congreso regional del PSOE. Comunidad de Valencia. Ahí va Pedro Sánchez para derrochar las ocurrencias verbales que defeca artesanamente el pequeño ejército de asesores estabulados en La Moncloa. Lo de siempre, pero ya convertido en metodología y doctrina política. Escucho a este individuo hasta que pronuncia una frase que me eriza el cogote. Pedro Sánchez afirma palmariamente que para defender los derechos sociales y la mismísima democracia está solo el PSOE. Nadie más. Ni siquiera incluye a los partidetes de Sumar en este selecto club. No, únicamente los socialistas defienden el sistema democrático en España, «y por eso nos votan». Las restantes fuerzas políticas, por tanto, o pretenden destruirlo o son absoluta, escandalosamente indiferentes.
En julio de 2023 el Partido Popular ganó con claridad las elecciones generales convocadas anticipadamente. Gracias a armar una mayoría incoherente y trapisondista integrada, entre otros, por varias fuerzas que rechazan la Constitución y anhelan la disgregación de España como Estado, Pedro Sánchez logró de nuevo la investidura presidencial. Es curioso: los socialistas canarios llevan año y medio recordando que ganaron las autonómicas y las generales, como si se le hubiera birlado el derecho a gobernar, pero cierran los ojos placenteramente cuando se les recuerda que el ganador en las elecciones de julio de 2023 fue Alberto Núñez Feijoo. En fin. En esos comicios se registró una participación del 66,59% de los ciudadanos con derecho al voto. De esos dos tercios, solo un 31,6% apoyó al PSOE. Los porcentajes son alarmantes. ¿Solo poco más de un 31% de los votantes españoles quiere democracia?
El sanchismo insiste en cada tránsito político, parlamentario y electoral en el divisionismo como estrategia. La democracia parlamentaria está en peligro si gobierna una fuerza política que no sea el PSOE. Los socialistas han renunciado a ser de nuevo una fuerza hegemónica o al menos ampliamente mayoritaria. Les basta con conservar ese suelo electoral – del 31% al 33% del voto emitido – siempre y cuando puedan contar con una izquierda complementaria para, a través de acuerdos con nacionalistas e independentistas, mantenerse en el poder. Para el PSOE la aparición de una extrema derecha floreciente es un regalo maravilloso.
Arroja sombras antidemocráticas hacia la derecha tradicional por cualquier pacto entre Feijoo y Abascal y sirve para agitar banderas antifascistas y que los propios cierren filas. Como en estas condiciones no se puede gobernar y se legisla malamente, lo que refuerza una política económica de signo básicamente populista y diseña una retórica izquierdosa, redentora y frentista para la que el adversario no merece ningún respeto mientras en la oscuridad crece una conspiración de banqueros, grandes empresarios, jueces y periodistas.
Tal vez Sánchez y los suyos consigan llegar así hasta el 2027 e incluso –aunque sea harto improbable – regalarse dos o tres años más. Pero el régimen democrático, sus instituciones y su legitimidad saldrán muy mal heridas por efecto del mezquino aventurismo sanchista. Y lo peor: se retrasaran de nuevo, como mínimo un lustro, el absolutamente imprescindible consenso para debatir y acordar las grandes reformas que urgen al país en un mundo cada vez más convulso e imprevisible: la educación, la gestión sanitaria, la sostenibilidad de las pensiones, las políticas científicas y de I+D+i, la reforma de las administraciones públicas, el modelo político-territorial del Estado y su sistema de financiación. Desde este punto de vista el sanchismo, la estrategia de poder, la praxis política y la retórica propagandística del PSOE desde 2018, es una forma de suicidio nacional, asistido por una derecha de una insondable torpeza que carece (también) de vocación de convivencia y objetivos de futuro.
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