Opinión | Mirando despacio
El lenguaje del amor

María Pagés: ‘De Scheherezade’, / LP/DLP
Hace unos días tuve la enorme suerte de disfrutar con mis alumnos de una versión musical de Scheherezade de la mano de la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria. Una hora de ensueño interpretada por los mejores instrumentos de la isla. En las caras de los niños se reflejaba un asombro delicioso al escuchar esos graves y agudos que tan magistralmente compuso Rimsky Korsakov. En las caras de los músicos se podía leer esa pasión que refleja aquella persona que vive su vocación con todos sus sentidos. Por mi parte, pude percibir en aquel concierto grandioso la esencia misma del amor…
Quizá AMOR sea una de las palabras más difíciles de definir y quizá sea también una palabra que desafina en muchas conversaciones donde osamos utilizarla. La RAE define al amor como «un sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser». Sí… yo también he leído la definición varias veces y sigo sin entenderla. El amor no merece que hablen así de él. El amor no puede nacer de la insuficiencia. El amor nace desde la presencia y la plenitud, como aquel día donde las notas musicales palpitaban en las almas de grandes y pequeños…
«Si una persona ama sólo a otra y es indiferente al resto de sus semejantes, su amor no es amor, sino una relación simbiótica, o un egotismo ampliado» (Erich Fromm)
Afinemos pues la definición de amor: ¿cómo no amar a un bebé que llora o que ríe? ¿cómo no amar a esos pájaros que organizan una melodía in crescendo a nuestro paso por el campo? ¿cómo no amar a esos abuelos que ofrecieron su mejor do de pecho y ahora observan atónitos su decrescendo?
Me resulta desarmónico vincular el amor a la relación de pareja, no es natural perder de vista el amor universal. El amor suena por todas partes, sólo es necesario sintonizar con los emisores adecuados y adentrarnos en la escala de la amabilidad, la gratitud y la compasión. Me resulta disonante que podamos hablar de sexo con toda claridad y el amor se convierta en el silencio del pentagrama…
«El amor sólo puede darse en la falta absoluta de temor y en la libertad» (Anthony de Mello)
Sin embargo, se repite una y otra vez el mismo ostinato; esa melodía que nos dirige a las expectativas, a los celos, al control…ese patrón que resuena una y otra vez con nuestros miedos. Miedos que hablan de necesidad, de apego y de dominio…palabras que nada tienen que ver con los acordes del amor. La naturaleza es un perfecto ejemplo de amor; representa una sinfonía donde se respetan los tempos, donde todo fluye al compás de la vida y donde se escucha una libertad pura e incondicional. Somos parte de esa naturaleza…¿en qué momento hemos perdido el ritmo para emocionarnos al unísono? ¿en qué momento el amor ha dejado de ser la batuta de nuestras vidas?
«Si tu corazón es un volcán, ¿cómo esperas que crezcan flores en él?» (Khalil Gibran)
Como todos los sentimientos, el amor suena siempre desde dentro hacia afuera. Nuestra partitura debe colmarse de belleza: poemas, paisajes, música, silencios,… Entonces y sólo entonces, desde esa mirada que exhala bondad y serenidad, estaremos preparados para interpretar nuestro tono de entrada y relacionarnos con los otros deslizando sonidos a modo de polifonía. Se trata de relacionarnos desde la afinidad combinando tempos allegros o andantes pero siempre vibrando en la sutil frecuencia del amor…como aquel día en que nuestros corazones se acompasaron con la bella melodía de Sheherezade.
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