Opinión | Tropezones

Breverías 153

'A nuestros amigos'.

'A nuestros amigos'. / EPC

Asistí hace ya unos meses a una misa funeral por un amigo, al que todos conocíamos por «Fito», posiblemente por haber sorteado desde siempre su nombre de pila Nepomuceno. Un apelativo sin duda fruto de la costumbre de la generación de sus progenitores de asignar al recién nacido el nombre correspondiente al santoral del día.

Pues bien, a lo largo de toda la ceremonia el sacerdote, no aleccionado por la familia sobre el particular, se esmeró en mencionar una y otra vez a «nuestro hermano Nepomuceno». Y Nepomuceno parriba, y Nepomuceno pabajo, ante la divertida perplejidad de la congregación, negándole al finado en el momento de su muerte la dignidad que había logrado preservar a lo largo de toda su vida.

(Aunque tal vez Fito tampoco hubiera sonado muy litúrgico que digamos)

*

Tengo un conocido, y por discreción esta vez no voy a poner ni sus iniciales, que siempre anda quejándose de las agresiones externas: que si hace frío, que si no soporta el ruido del tráfico, que si le asaltan los olores de la depuradora de la ciudad..

Creo que he conseguido tranquilizarle, y les apunto el remedio por si les puede ser de utilidad en casos parecidos.

Le he referido a mi amigo que en realidad tiene la gran fortuna de ser exógenas todas las embestidas que sufre, y que por tanto tienen fácil solución, abrigándose el cuerpo, protegiéndose los oídos o tapándose la nariz.

Y que como consuelo piense en los pobres desgraciados cuyas dolencias, por venirles de dentro, son incapaces de contrarrestar: el moribundo cuyo frío le sale de las entrañas, y del que no puede zafarse por muchas mantas que se eche encima. O el que sufre de acúfenos, un inmisericorde tinnitus interno que le martillea los oídos sin forma humana de cancelarlo. O el que percibe constantemente un hedor del que no se puede librar, una alucinación olfativa que también tiene un nombre médico que da miedo, la fantosnia.

En fin, tampoco es nada nuevo. El consejo es casi una regla de la profesión médica. Salvo en el caso de muerte siempre está a mano un placebo eficaz: «podía haber sido mucho peor»

*

Asistí no hace mucho a una acalorada discusión entre dos presuntos amigos, que casi llegan a las manos sobre si se debe escribir «yerba» o «hierba». Afortunadamente pude poner paz en el agitado gallinero con la simple afirmación, apoyada por la Real Academia de la Lengua plasmada en mi móvil, que ambas ortografías eran correctas.

Menos mal que la discusión no iba de si «solo», en el sentido de solamente ha de ir con acento para diferenciarlo del solo solitario, o si ninguno ha de llevar tilde, según la última caprichosa norma de la RAE. Aquí ni los bomberos hubieran podido separar a nuestros amigos.

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