Opinión | Mirando despacio

Lee, escucha y ama

Libros en una imagen de archivo.

Libros en una imagen de archivo. / La Provincia

«Aprender a leer es lo más importante que me ha pasado en la vida» (Mario Vargas Llosa)

Hace unos días nos dejaba uno de los grandes, nos dejaba el entrañable Vargas Llosa. No sólo se marchaba el escritor, el Premio Nobel, el gran comunicador… Vargas Llosa era un maestro capaz de celebrar la vida cada día y escribir con curiosidad a sus casi 90 años. Cada una de sus palabras brillaba con sabiduría, efervescencia y humildad. Un maestro que insuflaba creatividad, pasión y entusiasmo con esa mirada de niño que lo caracterizaba. Su objetivo era no morir en vida y la muerte lo pilló pluma en mano. Comenzó escribiendo cartas de amor por encargo de aquellos cadetes de la academia militar donde su padre lo había ingresado, justo, para que no escribiera. Consiguió convertir su pasión en su oficio y nos deja un amplio legado que escribió siempre a partir de la escucha de diferentes experiencias vitales, tanto suyas como ajenas. Hace tan solo dos años se despidió del mundo literario con su obra Le dedico mi silencio. Mario se lleva una vida vivida y disfrutada, una vida engarzada de literatura y amor, una vida donde la música y el silencio fueron también eslabones que forjaron esa alma abundante que hoy y siempre recordaremos.

Pues sí, leer es un acto de humildad; leer es un entrenamiento de escucha activa que nos vuelve capaces de comprender otras verdades, entender otras realidades y aceptar otros puntos de vista. Leer es por tanto un enorme ejercicio de empatía. Y yo me pregunto… ¿acaso podemos decir que leer es una forma de amor? Normalmente nos sumergimos en un libro con asombro y curiosidad, con ilusión por saborear las palabras y además dedicamos toda nuestra atención a lo leído. Atención… cercanía… presencia… emoción… ¿acaso no son los ingredientes del amor?

Decía Vargas Llosa que el mundo de la literatura es el mundo de la perfección, el mundo de la belleza… Escogemos un libro para aprender, disfrutar, evadirnos quizá… Todo es perfecto en esa comunicación que se establece entre la obra y el lector. La belleza surge cuando aparecen respuestas, cuando el libro nos habla y nos resuenan frases que, de alguna manera, nos transforman. Aparecen pues, analizando este aforismo del maestro, la comunicación y el crecimiento… Seguimos entonces hablando de escucha, seguimos entonces hablando de amor…

Amamos a nuestros hijos y a nuestros alumnos… ¿cómo no transmitirles las bondades de la lectura?, ¿cómo no conducirlos a ese mundo de escucha, de presencia y de belleza? Debemos permitir que nuestros chicos disfruten de la oportunidad de descubrirse en cualquier libro, debemos facilitar que nuestros jóvenes sean personas sensibles, debemos contribuir a que nuestros niños no se olviden de soñar… porque sólo en el silencio y en el diálogo con un libro resplandece la magia de la creatividad. Leer para sentir, leer para salir afuera serenos, despiertos y fortalecidos, leer para vibrar en los bellos colores del amor.

Creo que aprendemos a leer muchas veces a lo largo de nuestra vida. En cada etapa de nuestra experiencia vital nos enfrentamos, incluso, a un mismo libro de forma distinta. Sin duda es a través de los libros que alcanzamos a leer el mundo, a leer a los otros y a leernos a nosotros mismos.

Ojalá nuestros chicos hereden ese amor que albergaba Vargas Llosa por la lectura y por la escritura… quizá algún día con mirada abierta y sonrisa sabia puedan repetir con total convicción las palabras del maestro: «Aprender a leer es lo más importante que me ha pasado en la vida».

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