Opinión | Al filo de las letras
El rincón de la bisexualidad
Durante mucho tiempo, el Orgullo se ha posicionado como el orgullo gay a secas; el resto de letras quedaron desperdigadas y casi invisibles como si fuesen las miguitas en el mantel después de almorzar

Una persona con la bandera bisexual / CEDIDA
El mes del Orgullo es muchas cosas. Fue, en su momento, una mecha que prendieron un grupo de personas marginadas por salirse de la heteronorma militando con pancartas, gritos y piedras. Fue durante muchos años, y sigue siendo hoy en día, una reivindicación cuyos opositores demuestran que todavía es necesario exigir espacios para todas. Es, por capitalismo, una celebración que se mercantiliza hasta escurrir todos los colores para pintar la máscara de las empresas que se declaran aliadas durante un mes. Y es también, por mucho que se hable de diversidad, un momento en que se vuelven muy visibles las opresiones interseccionales dentro del colectivo.
Durante mucho tiempo, el Orgullo se ha posicionado como el orgullo gay a secas; el orgullo de los hombres a quienes les gustan los hombres, y nada más. El resto de letras quedaron desperdigadas y casi invisibles como si fuesen las miguitas en el mantel después de almorzar. Poco a poco han ido ganando un espacio en la mesa, aunque no con una invitación, sino más bien a codazos, que es la única manera que existe de adquirir derechos y libertades.
Toda esta gente históricamente marginada se parece mucho a un cajón de sastre: no es lo mismo una aguja que un carrete de hilo que un metro enroscable que un botón de plástico o madera. Dentro de la jerarquía del colectivo –que también está empapada de racismo, machismo y muchos otros ismos–, hay un rincón que a menudo queda vacío. Cuando sí se contempla, no es raro que aparezca en forma de animal místico, como si no existiera, o como si fuese un estado transitorio y de confusión desde la infantilidad hasta la madurez.
La orientación más castigada del colectivo
Ser bisexual es un poco eso. Que algunas personas te vean como hetero y otras como lesbiana, dependiendo del momento de tu vida, las partes de ti que hayan conocido o las que hayan querido conocer. Que muchas veces no entres dentro de la rigidez del colectivo, que se dice abierto y flexible y amable y diverso, pero sigue teniendo unas estructuras que castigan a muchas personas. Que te cuestionen, que te digan que es una fase, que te hipersexualicen y estereotipen y expulsen cuando te leen de determinada manera. Que te exijan explicaciones todo el tiempo. Que sea la orientación más castigada dentro y fuera del colectivo. Así me lo dijeron hace poco en una entrevista que hice a dos trabajadoras de Gamá: un motivo habitual de consulta tiene que ver con la bifobia interiorizada porque «a la propia persona le cuesta mucho aceptar esa orientación».
Las personas bisexuales han experimentado y continúan experimentando un borrado brutal en la esfera pública. Miren a Freddie Mercury, que es recordado como un icono gay a pesar de que expresó su bisexualidad en distintas ocasiones. Miren ahora a celebridades como Billy Eilish, una mujer bisexual que está saliendo con un hombre y le ha caído un gran aluvión de críticas por ello. Cada vez más películas y series incluyen personajes bisexuales en sus tramas, pero muchas lo hacen desde la superficie, y así es muy difícil sentirse representada.
Siento que, a medida que escribo esta columna, no llego a ninguna parte. Releo en mi pantalla y solo veo reflexiones que he tenido desde hace años sobre lo que he visto y lo que he vivido. Pero la realidad es que tampoco hay un camino correcto al que deba encauzar todos estos pensamientos más allá de compartirlos para que otras personas se posicionen en otras perspectivas o puedan verse identificadas.
Muchas de estas reflexiones están recogidas y muy bien desarrolladas en un libro: Bifobia. Etnografía de la bisexualidad en el activismo LGTB, de Ignacio Elpidio Domínguez Ruiz. Este trabajo evidencia con acierto una de las muchas líneas de opresión que deben ser demolidas dentro del colectivo. Está muy bien hablar de orgullo y apoyo mutuo, pero se quedan en palabras vacías cuando no hay una verdadera intención por corregir ciertos pensamientos y actitudes que aún siguen muy arraigados. Por eso, quiero que la bisexualidad deje de ser la ultimísima opción que se nos viene a la cabeza cuando conocemos a una persona y no sabemos su orientación. Por eso, he decidido que todo el mundo es bisexual hasta que demuestre lo contrario.
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