Opinión
Solo la puntita

La socialista Elena Mánez, en su intervención de este miércoles / Alex Rosa
Después de una tarde plúmbea de enlaberintadas comparecencias, con la mayoría y la minoría jugando al ping pong como dos chinos inválidos, llegó la mañana de ayer y, de nuevo, se produjo lo que en los pasillos parlamentarios ya se conoce como el efecto Astrid, una expresión que honra, obviamente, a la presidenta de la Cámara. El efecto Astrid es polivalente pero siempre está relacionado con una catástrofe de baja intensidad: un decalaje misterioso en el orden del día, aviones que llegan con una impuntualidad inexplicable, una lectura creativa del reglamento, una cascada de despistes. Lo que falló ayer a primera hora fue un amplificador del sistema de sonido del salón de plenos. Mientras los técnicos intentaban repararlo sus señorías se dedicaron a parlotear y algunos se regalaban pequeños paseos. El presidente del Gobierno se demoró, sobre todo, con Luis Campos, contándole quizás alguna anécdota de su reunión, en la mañana del martes, con la ministra de Hacienda, María Jesús Montero. Clavijo parecía divertido, Campos no tanto. Se intentó poner en marcha el sistema un par de veces, inútilmente. Al final se optó por una solución de emergencia: sus señorías hablarían con micrófonos portátiles, y como tampoco funcionaba el reloj que marca los minutos y segundos de las intervenciones, la propia presidenta se encargaría de controlar los tiempos. Y por fin pudo reanudarse el pleno después de muchos cafés y algún que otro pitillo.
Después de algunas preguntas de cortesía Clavijo explicó finalmente su reunión con la ministra Montero. Antes, desde PP, Juan Manuel García Casañas había echado unas gotas de agua bendita para proteger al presidente, advirtiendo que el PSOE siempre intenta engañar a quien se le acerque. Clavijo, por el contrario, calificó la actitud de la ministra de Hacienda como constructiva y el saldo de la reunión como positivo, a pesar de pesares como no disponer de presupuestos generales del Estado, y se mostró convencido de que los 400 millones de euros serán aportados en muy poco tiempo al Gobierno de Canarias. Con todo, tal vez la mayor satisfacción del presidente es que Montero le trasmitió el nihil obstat del Gobierno central para tramitar y aprobar el muy negociado decreto ley que establezca y garantice la financiación de casi toda la agenda canaria en el año y medio que resta de legislatura nacional (IRPF de La Palma, otros cien millones para labores de reconstrucción en la Isla Bonita, cien millones para la atención de los menores migrantes). Se supone que el decreto será aprobado antes de fin de año: queda apenas mes y medio. Es curioso que el grupo parlamentario socialista no aplaudiera. Nunca lo hace cuando el Gobierno canario llega a un acuerdo con el Gobierno español.
Después llegaron a las proposiciones no de ley, un espacio para debatir, discutir y conseguir aprobar o rechazar iniciativas que no sirven para nada. Las PNL son como un vicio solitario de sus señorías. VOX presentó una —la enésima— sobre la inmigración irregular. Lo de siempre. Nicasio Galván se subió a la tribuna y explicó cómo nos estamos suicidando los europeos por no poner a los inmigrantes en su sitio. Don Nicasio no tiene nada en contra de los migrantes que entren legal y ordenadamente al país, siempre y cuando se impida todo lo posible que entren legal y ordenadamente. Citó a sus bestias negras: multiculturismo, globalismo, agenda 20-30. Los migrantes “tienen la obligación de adaptarse a nuestras costumbres”. Un servidor ni siquiera es inmigrante y se niega resueltamente a compartir costumbres con el señor Galván. “No podemos entregar nuestra identidad”, clamó el portavoz ultra. Gente como los diputados de Vox cree que la identidad cultural española se fragüó en los tiempos de don Pelayo y solo se ha conservado gracias a la espada y la fabada. Por supuesto, la PNL fue rechazada por los demás grupos parlamentarios, pero el PP ofreció una sorpresa. Tomó la palabra Jacob Anis Qadri, diputado por La Palma, y según algunos de los más derechosos del Partido Popular en las islas. Según su inveterada costumbre, su señoría se dedicó a poner a parir al Gobierno socialista sin hacer ninguna mención de la proposición no de ley de Vox. Después, en la votación, quedó más claro: el PP se abstenía. En todas las anteriores propuestas de Vox sobre inmigración había votado en contra, pero a Núñez Feijóo y a Miguel Tellado se les ha ocurrido endurecer y hasta voxistizar su discurso sobre la materia, y los diputados canarios se suman obedientemente al cambio decretado por la sede de Génova. Para no alinearse con los ultras optan por la abstención inexplicada. Solo la puntita.
Los abascalianos tuvieron otro momento de gloria cuando Yone Caraballo presentó una PNL —cargada de buenas intenciones patrióticas pero con el mismo fundamento jurídico que cualquier opinión de Sarah Santaolalla— para la creación de una selección de fútbol canaria. Fue Javier Nieto, que ejerce habitualmente como una suerte de tío amable y cordial de la familia Monster, quien por una vez dejó a un lado su impostada afabilidad y les espetó a los nacionalistas que no metieran sus “sucias manos” en el deporte, y mucho menos en el fútbol. El señor Nieto debe lavarse las manos con jabón Lagarto mientras canta Suspiros de España. Por cierto, el PSOE no votó a favor de la PNL, aunque Chano Franquis aseguró estar “orgulloso” de los futbolistas canarios. Hay orgullos extraños y servidumbres vergonzosas. Les está bien empleado a los de NC. Para los socialistas isleños, la plurinacionalidad se acaba en el delta del Ebro o en Burgos.
Lo más destacado al final de la jornada fue la supercaligralifragilisticoespialidosa proposición no de ley presentada por don Sebastián Franquis. Esta PNL venía a recoger el solemne pronunciamiento de la Mesa de la Cámara condenando la filtración por la que los medios de comunicación publicaron el informe preliminar del presidente de la comisión de investigación sobre la compra de material sanitario durante el covid por el Gobierno autonómico. Franquis se puso ciceroniano. La dignidad del Parlamento había quedado en entredicho. El prestigio institucional de la asamblea estaba en peligro. Y todo esto no por un documento secreto o íntimo, no por el dictamen final de la comisión, no porque trascendieran las conclusiones de los distintos grupos parlamentarios representados en la comisión. Este terremoto institucional, este ruinoso descrédito del sistema representativo, lo había producido la filtración del informe preliminar del presidente de la comisión, Raúl Acosta, que nunca había sido criticado por su comportamiento por ningún diputado. Franquis ganó la PNL, pero quedó en evidencia.
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