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Opinión | Retiro lo escrito

Amparo para Yone Caraballo

El diputado de NC Yone Caraballo durante una intervención.

El diputado de NC Yone Caraballo durante una intervención. / Ramón de la Rocha /EFE

Es improbable que Yone Caraballo o Nueva Canarias denuncien en un juzgado a Adasat Goya, el director del Servicio Canario de Salud, por revelación de información personal de carácter médico o laboral aunque, por supuesto, les asiste tal derecho. Toda esta situación es indignante y lamentable y el señor Goya es el único responsable de la misma.

Porque el ahora director del Servicio Canario de Salud demostró largamente que no sabe en lo que consiste una comisión parlamentaria y sus reglas básicas de comportamiento. Entre las mismas existe una que es fundamental: los ataques ad hominem no son de recibo ni moral ni democráticamente en el ámbito parlamentario.

Seguro que al director no le gustaría que se le atacase en sede parlamentaria por su familia, sus costumbres diurnas o nocturnas o las razones (si las hubiera o hubiese) de su corte de pelo. Esta falta de educación democrática no ha sido paliada por su superiora, la consejera de Sanidad, Esther María Monzón, que asistía a la desgraciada comisión como si estuviera viendo una película de Chuck Norris.

¿De verdad que no se preparan las comparecencias? Ya son mayorcitos para no saber contenerse. ¿Y no reparan de inmediato en que han metido la pata groseramente? Parece que no. Goya pidió unas disculpas casi inaudibles, casi más carraspeo que disculpas, y se marchó. Como suele ocurrir en estos casos, su torpe silencio posterior no mejoró su imagen, sino todo lo contrario.

Si se me antoja improbable que Caraballo o sus compañeros acudan al juzgado es por una razón muy simple: nada de lo que dijo en su ataque deleznable el director del SCS apunta a una revelación de datos confidenciales protegidos legalmente.

Porque las circunstancias de la baja laboral de Caraballo —un enfermero experimentado y con una magnífica hoja de servicio— al poco de declararse la situación de pandemia por el COVID ya habían circulado por ahí. Yo mismo la había escuchado —narrado como un chisme malicioso— en el Parlamento.

En ese momento no presté ninguna atención: uno escucha chismes incontables sobre diputados y periodistas en los pasillos de la Cámara y las cafeterías de los alrededores, a veces divertidos, casi siempre estúpidos. Pero las circunstancias de la baja del representante de Nueva Canarias incluso saltaron en alguna discusión en las redes sociales.

En cambio Caraballo ha actuado acertadamente pidiendo el amparo de la Mesa del Parlamento, que debería condenar lo que ha ocurrido y reprochar explícitamente a Adasat Goya su comportamiento en la comisión de Sanidad.

El Parlamento canario está tan poco acostumbrado a la grosería charlatana como a la brillantez retórica. Pero si lo segundo es lamentablemente incorregible, lo primero no puede ni debe tolerarse.

Es nauseabundo el espectáculo que hoy ofrecen el Congreso de los Diputados y el Senado; sus señorías, con particular fruición en el caso de la derecha y de los ultras, actúan como si el insulto fuera un privilegio como las dietas o el teléfono móvil a cargo de la asamblea.

Las instituciones democráticas aguantan como criaturas resistentes, pero son bichos sensibles, y cuando reciben el desprecio o las patadas de la ordinariez y el insulto su prestigio se deteriora. Ya soportamos bastantes deficiencias, limitaciones, abusos y rémoras en el sistema parlamentario de la Comunidad para añadir nada más por parte de la oposición o del Gobierno, de los diputados o de los altos cargos del Ejecutivo.

Lo que faltaba es agregar la descalificación personal e intrusiva a la mediocridad reinante. Basta con que se consiga una excepción para que se multipliquen estos comportamientos y solamente por eso resulta conveniente que la Mesa, en efecto, ampare al diputado Caraballo.

Tampoco es superfluo que, a partir de esta experiencia, los presidentes y vicepresidentes de las comisiones de la Cámara sepan actuar en coyunturas similares y actúen como deben hacerlo, ordenando el debate y respetando y haciendo respetar las normas básicas del diálogo político y la convivencia parlamentaria. Si no es tanto pedir.

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