Opinión | Punto de vista
La nueva normalidad

Trabajos de búsqueda de cadáveres en Jan Yunis, en el sur de la Franja de Gaza, tras la entrada en vigor del acuerdo de alto el fuego con Israel (archivo) / Europa Press/Contacto/Rizek Abdeljawad
Este término formó parte de nuestra vida durante la pandemia. Con él se definía el nuevo día a día al que íbamos a tener que acostumbrarnos. Visto con perspectiva, y por suerte, ese uso fue tan errático como efímero. En «El mundo después de Gaza», el novelista Pankaj Mishra anticipa el devenir de las relaciones internacionales hacia un nuevo orden mundial multipolar, pero con un denominador común: el brutalismo. Brutalismo a la hora de enfrentar los conflictos. La paz por las armas, la razón por la fuerza, los hechos, por encima de la ley. Practicar un genocidio, una limpieza étnica en toda regla, colonizar territorio a base de matar y destruir el espacio para que no sea habitable a corto plazo… Nunca ha salido demasiado caro, pero hubo un tiempo en el cual el multilateralismo fundó (es verdad que sin apoyo precisamente de las potencias) un espacio sin fronteras para juzgar y perseguir a quienes cometieran estos crímenes.
Hoy estamos muy lejos de eso. El triunfo de la ideología ultra también genera una nueva normalidad, ahora ya no con mascarillas y distancia social, sino con cadáveres devueltos con las manos atadas o bombardeos selectivos a narcolanchas retransmitidos por redes sociales. Por cierto, en esa equiparación de un traficante de drogas (mejor dicho, en los tipos que transportan la droga muy lejos de mansiones y piscinas) y en su eliminación sumarísima, ¿qué leyes aplican?, ¿qué pruebas concretas conocemos para condenar además a una pena de muerte por un supuesto delit?. Me preocupa que esto ahora sea normal porque, si es así, ¿cuánto tardaremos en bombardear también una patera o a unas personas que cruzan un río para intentar salvar una frontera?
Justo en eso estamos como sociedad y un poco como especie, en banalizar la crueldad, trivializar la muerte de gente, regularizar la aceptación de que no se puede hacer nada. La barbarie es nuestra nueva normalidad y nosotros haciéndola cada día. Porque nuestra normalidad como decía Foucault no es una condición natural o intrínseca, sino una construcción social y política. Algo que colectivamente vamos haciendo cada día en base a las herramientas o estructuras (poderes económico y político, discursos, medios de comunicación, redes sociales…) que configuran nuestra sociedad.
Bertrand Badie planteaba hace unos años refundar el multilateralismo ante el escaso poder práctico, político y cultural que la ONU tiene hoy día respecto a cualquier conflicto grave en el cual tengan intereses las grande potencias (que básicamente son casi todos, salvo aquellos de carácter civil y aislados, especialmente en el continente africano o asiático y que conocemos como guerras olvidadas). Hoy la nueva normalidad va de aplastar aquellas conquistas que entre diferentes culturas conseguimos desarrollar, generando espacios de respeto y entendimiento que fundieran los polos opuestos en lugar de levantar más muros y fronteras.
Aunque también el olvido sea parte de nuestra nueva normalidad, viene bien recordar lo que, entre lágrimas, decía hace unos meses el embajador palestino en la ONU: «Si esto es la civilización, entonces, ¿qué es la barbarie?».
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