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Opinión

Las Palmas de Gran Canaria

Sin fecha de caducidad

Cumpleaños

Cumpleaños

Con ocasión de mi reciente cumpleaños, me cantaron una canción en sueco, cuyo texto proclamaba con alborozo: «..y que puedas llegar a los cieeen años».

Al paso que vamos, teniendo en cuenta que mi nieta recién nacida posiblemente alcance los ciento y pico años, es obvio que el texto de celebración habrá de ponerse al día, añadiendo por lo menos un lustro de propina.

No es ya noticia alcanzar un siglo de edad y ser por tanto entrevistada la persona centenaria por la tele, con una nieta o biznieta interpretando lo que penosamente acierta a balbucear la susodicha cumpleañera.


Y cómo va a ser noticia si se cuentan ya en España unos 20.000 centenarios, y 700.000 en el mundo entero. Y si pasan ya de 400 los llamados supercentenarios, de 110 años o más, si bien solo 4 son hombres. Por lo visto la mayor longevidad de las mujeres tiene una explicación médica que guarda relación con los diferenciados desarrollos hormonales de ambos sexos.


He tenido la curiosidad de escuchar una entrevista con el Dr. Manuel de la Peña, autor del libro «Guía para vivir sano 120 años», del que me voy a permitir resaltar ciertos consejos.

Algunos son bien conocidos y con el sentido común como fundamento.

Una alimentación equilibrada, por ejemplo la dieta mediterránea.

Un ejercicio constante y regular de acuerdo con las posibilidades físicas de “la persona de edad avanzada”. ¡Cuidado, las palabras viejo y anciano son tabú!

Tratar de evitar el estrés.

Ser disciplinado en la medicación y aprovecharse de las excelencias del sistema sanitario español. No es casualidad que España, con una esperanza de vida media superior a los 82 años pueda presumir de una de las longevidades más dilatadas del mundo.

Cuidar el contacto social, con el consiguiente intercambio de estímulos y vivencias.

Tratar siempre de cultivar la ilusión por algo, tener siempre algún proyecto en la recámara, «saber para qué te levantas cada mañana».


Otros consejos son menos evidentes o asequibles, como vivir en una de las llamadas «zonas azules», o lugares que favorecen tradicionalmente la longevidad; una zona de Cerdeña, otra en Loma Linda, California, otra en Costa Rica y otra en Okinawa, en Japón.

O poner en sistema las costumbres saludables, por ejemplo sustituir el chocolate por un alimento más sano, y luego incorporarlo a las costumbres alimentarias cotidianas.

En las comidas, aplicar la regla del 80%, o sea comer hasta el 80% de la saciedad, quedarse pues con un pequeño remanente de hambre, evitando siempre llegar al punto de hartazgo.


Sea como fuere, tal vez no hayamos de conformarnos con alcanzar los 120 años en gran forma, sino elevar el rango de nuestras longevas ambiciones, al punto de considerar la vejez como una enfermedad, de momento letal, pero con las perspectivas de la ciencia y la tecnología, con visos de convertirse, como el cáncer o la malaria, en una dolencia superable, relegando la muerte a un mero accidente y resolviendo de paso las actuales tensiones demográficas para garantizar el sistema de pensiones.

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