Saltar al contenido principalSaltar al pie de página

Opinión | Isla Martinica

El Nobel de la Paz y el suicidio de la izquierda

Este merecidísimo Nobel de la Paz para María Corina Machado ha supuesto la prueba definitiva para aquellos que aún mantienen la ceguera sobre el sesgo de la izquierda que se padece en este país

Archivo - La líder opositora venezolana María Corina Machado, interviene durante una protesta en Caracas

Archivo - La líder opositora venezolana María Corina Machado, interviene durante una protesta en Caracas / Jimmy Villalta - Archivo

De acuerdo con el poeta romántico Novalis, la izquierda española es la más filosófica de cuantas han existido. Conforme a lo expresado por el alemán, no hay mayor acto filosófico que el suicidio, y es lo cierto que los progresistas de nuestro país se han empeñado en ello a conciencia, en hacer que la palabra del poeta se convierta en una realidad tangible.

Uno de esos actos que evidencian la tendencia suicida de la izquierda nacional es el de la negación del Nobel de la Paz a la opositora al régimen chavista María Corina Machado, cruelmente apartada de la contienda política por los malhechores de la dictadura bolivariana. La izquierda se retrata a sí misma en el silencio cómplice con Maduro, en las declaraciones vomitivas de algunos de sus representantes, pero, sobre todo, en la negativa a valorar el compromiso democrático de una de las principales valedoras de la libertad en el continente sudamericano, más allá de la pose ideológica frente a lo que inútilmente llaman el «golpismo» de los activistas contrarios a la deriva totalitaria implantada en las tierras del Maracaibo.

A este lado de la orilla atlántica, las palabras de Pablo Iglesias, en su momento vicepresidente de España, resuenan con un eco maloliente, putrefacto, sabiendo de dónde vienen y adónde van. Comparar el galardón recibido por Machado con el hipotético a entregar a Hitler sólo nos informa de la catadura moral de un individuo al que la hipocresía ya se le queda corta, porque su vicio ético es más profundo. Escribe Jean-Carles Mélich, en La lógica de la crueldad (2014), que el peligro que acecha a la moralidad «no radica tanto en las acciones que promueve, sino en la justificación, es decir, en su poder de legitimación». Iglesias, así como el ramillete de dirigentes de la izquierda española que critican y desprecian la elección de la venezolana para el Nobel de la Paz, han hecho causa común con un régimen represor, enalteciéndolo hasta el extremo de revertir los valores que representan a la propia democracia.

Para los canarios, sobre todo los de las islas occidentales, ver que el gobierno de nuestra nación insulta y humilla las libertades en la república hermana es doblemente doloroso. Por un lado, los lazos familiares todavía se mantienen vivos con la Venezuela real, y despreciar al pueblo de allá es despreciar al pueblo de aquí. Quiero decir que faltar el respeto a María Corina Machado es faltarles el respeto a todos los canarios de bien que, como ella, únicamente desean lo mejor para sus compatriotas. Unido a este dolor por la sangre, está el del menoscabo de la convivencia por unos ideales claramente opuestos a las libertades democráticas. Observar cómo el impresentable Monedero baila sobre el recuerdo de las víctimas del régimen o cómo el «príncipe» Zapatero se alinea con los servidores de Maduro es una tortura para cualquiera que tenga un mínimo de dignidad.

Así que este merecidísimo Nobel de la Paz para María Corina Machado ha supuesto la prueba definitiva para aquellos que aún mantienen la ceguera sobre el sesgo de la izquierda que se padece en este país. El retrato colectivo del progresismo ha dejado bien patente el odio cerval por las libertades, lo que significan y por su implantación en el mundo. Como se suele decir, no hay peor ciego que el que no quiere ver.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents