Opinión | El lápiz de la luna
A veces una disculpa no es suficiente

Fernando Palacios. / Luis Brito
Todos cometemos errores. No seríamos nadie sin las cicatrices de las malas decisiones que llevamos en la piel y en el alma. Nuestro carácter, de alguna forma, se forja a base de errar, asumir consecuencias y ser más cauto o listo la próxima vez. Mi abuela resumiría esto que les cuento con aquello de «gato escaldado hasta del agua fría huye». Las faltas que cometemos, además, ponen a raya nuestra humildad. Nos invitan a aceptar que no somos tan perfectos como creemos o como nos gustaría ser. La semana pasada, como ya se habrán enterado porque la noticia hizo ruido, Fernando Palacios, narrador y pedagogo musical, invitó a salir del concierto educativo que ofrece la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria (vamos, que echó) a niños del centro San Juan de Dios porque, según él, lloraban desconsoladamente. Esta historia tiene dos versiones. La primera, facilitada por el profesorado y miembros de la orquesta: Palacios paró el concierto para pedir que un grupo de niños abandonara la sala porque hacían ruido. La segunda, contada por el propio Palacios: detuvo el concierto para pedirle a los cuidadores que sacaran al parque a dos niños que lloraban a moco tendido para que se relajaran. Y aquí abro incógnitas: ¿insinúa el señor Palacios que había dos niños llorando angustiosamente y que ni el profesorado ni las auxiliares les estaban prestando atención y tuvo que hacerlo él?; ¿sugiere que el personal de sala que está durante el evento tampoco estaba haciendo su trabajo y que por eso tuvo que tomar cartas en el asunto? Ante una actitud tan lamentable como la que tuvo este señor, el resto de los centros educativos, que sí entienden lo que es la inclusión y la atención a la diversidad, abandonaron el espectáculo como mismo hicieron los músicos. No sé, pero creo que está en desventaja. Además de todo esto, me llamó la atención que desde la Consejería de Educación solo emitiesen en redes un comunicado oficial -en formato post- en el que lamentaban lo ocurrido. Me resulta curioso que con lo que le gusta al consejero salir en Instagram, esta vez, en lugar de dar literalmente la cara, lo hiciera escondido detrás de un escrito de dos párrafos mostrando su desaprobación, pero sin dar explicaciones de las medidas que se tomarán ante este maltrato. Porque es un maltrato y un acto discriminatorio a niños que, por sus características, manifiestan la alegría, el enfado o el miedo haciendo un poco más de ruido. La Fundación DISA actuó igual, un comunicado mostrando su rechazo y punto. Deben tener el mismo asesor ambas entidades. Lo peor de todo es que Palacios, en lugar de pedir disculpas y asumir su error, en un alarde de prepotencia, afirmó «No todo el mundo puede ir a todo». «No me arrepiento de mi decisión, aunque a lo mejor debería haberle preguntado su opinión a la orquesta». A buenas horas con las mangas verdes. Puede que el que sobre sea usted, maestro. Y sí, habría estado muy bien haber pedido opinión a los músicos, los verdaderos artistas. Hace unos meses Montserrat Aránzazu Medina Ascanio, de Enclave artística, pidió al departamento de conciertos escolares de la orquesta que se tuvieran en cuenta una serie de ajustes para que los espectáculos fueran inclusivos, como la luz, la duración del acto, la comunicación o la expresión de emociones. Ya vemos que sus demandas no fueron atendidas. En fin, volviendo a aquello de que todos cometemos errores, a veces una disculpa no es suficiente y se precisa de una buena dosis de valentía y humildad. Me pregunto cómo acabará esta historia. No sé por qué me da que ya me sé el final.
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