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Opinión | Venga, circule

Meryem El Mehdati

Cocina sin Coqui

Cocina sin Coqui

Cocina sin Coqui / La Provincia

Esta es la mejor de las eras. Esta es la peor de las eras. Se lo oí a dos chicas que hablaban animadamente sobre sus géneros literarios favoritos en último vagón de metro de la línea 7. Estuve pensando en cuál era el mío mientras hacía a pie el resto del camino al trabajo. Esto es lo mejor de la capital de nuestro país, supongo. Nunca se sabe cuándo el metro se va a descomponer y te va a dejar tirada a siete estaciones de la oficina. Diría que mi género literario favorito es, sin duda, «disculpas de influencer en formato vídeo .mp4 compartido en Instagram». Los motivos son varios, pero hay algo muy particular que me atrapa en la cuidadísima estética de la ofensora u ofensor. El maquillaje mínimo, los ojos rojos en su justa medida, lo suficiente para que se sepa que la persona que se ofrece a sí misma ante sus seguidores -como una suerte de bruja en la hoguera en la plaza del pueblo digital- lo está pasando muy mal, el pelo peinado de manera cuidadosa, el color blanco de la pared de fondo, la ropa en tonos claros y neutros… ¡El tono de voz bajo, suave, compungido! Las palabras vacías que configuran un formato casi psicodélico de disculpa prefabricada. «Aparezco por aquí después de estar desaparecida unos días porque muchos os estáis cebando conmigo y me estáis juzgando demasiado…». Nunca se admite haber cometido un error, la estrategia consiste en lamentar que los seguidores se hayan percatado del gambazo y asegurarles que uno también es humano. Me fascina en cierta forma cómo algo tan mundano y en teoría espontáneo como unas disculpas -por el motivo que sean- puede prepararse, guionizarse, ensayarse y ser empaquetado en formato vertical para el consumo masivo de un público que quizá ni siquiera sabe muy bien quién es la persona que tiene delante y qué ha hecho. ¿Recuerda alguien el vídeo de Juan Carlos I en el que declaraba: «Lo siento mucho. Me he equivocado. No volverá a ocurrir»? Lo habían pillado en un viaje a Botsuana para cazar elefantes con Corinna Larsen. En su momento me pareció graciosísimo porque además se había fracturado la cadera en una caída durante el viaje. TVE lo pilló saliendo del hospital después de operarse. La vida es un círculo.

Un subgénero que me llama incluso más la atención dentro del marco de disculpas de influencer en formato vídeo .mp4 son las disculpas de algunas influencers que se hacen famosas usando un tono de voz concreto -estoy segura de que las reconocerán, suelen dedicarse al ámbito de las recetas y narran el paso a paso con un deje muy dulce, muy de niña- y que a la hora de arrastrarse ante sus seguidores pasan a adoptar su tono de voz real, dos o incluso tres tonos por encima del que tienen acostumbrado usar en sus vídeos. Es este el caso de la influencer cocinaconcoqui. Habrá pasado una semana, a lo sumo dos, desde que uno de sus seguidores descubriese que la muchacha se había mudado a Andorra casi a escondidas. Este simple acto de huida, tan común ahora entre youtubers un tanto estúpidos que creen que por haber tocado un poco de dinero real ya son millonarios y España les roba, ha dinamitado el marcador de seguidores de cocinaconcoqui, que ha asistido a la sangría de unfollows hasta que no ha podido más y se ha apresurado a publicar, también, su propio vídeo de disculpas. Que esta pérdida masiva de seguidores haya coincidido con la publicación de su primer libro de recetas debe haberle jorobado tanto las métricas que se le ha cambiado hasta el tono de voz. Ya no es una chica joven apasionada de las recetas fáciles y rápidas, se ha convertido en una mujer seria, en una empresaria que un poco à la Rocío Jurado clamando «No vengo más nunca al AVE» se graba a sí misma con la cámara frontal del móvil para defender que es una persona que valora mucho su privacidad y detesta la idea de que nadie sepa dónde vive. Supongo que si se muda a Andorra para no tributar en España también detesta la idea de que Hacienda sepa cuánto gana. Cierto es, la privacidad es muy importante. Sus ojos se enrojecen en el momento preciso, me parece sensacional. Yo no sé llorar adrede, de hecho apenas lloro en general. «Detrás de tu pantalla hay una persona que siente y padece igual que tú». Por supuesto, todos somos seres humanos al fin y al cabo. Podemos sentir y padecer igual, pero si por lo que sea el verbo cambia a tributar… La historia es otra.

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