Las aguas que rodean a las ocho islas canarias albergan una extraordinaria biodiversidad y son hábitat prioritario de un gran número de especies, muchas de ellas amenazadas o en peligro de extinción. Un gran peligro, sin embargo, se cierne sobre nuestros ecosistemas marinos, que están siendo invadidos por desechos de origen antropogénico, en su mayor parte plásticos. Y es que, según un informe elaborado por Greenpeace, cada año se vierten ocho millones de toneladas de basura a los mares y océanos del mundo.

La Corriente del Golfo y su rama descendente, la Corriente de Canarias, traen a nuestras costas desechos provenientes de diversas zonas del planeta que se acumulan en las zonas expuestas a los vientos y corrientes predominantes, convirtiéndolas en puntos de especial interés para estudiar el fenómeno de la contaminación marina, especialmente en lugares específicos de la vertiente norte de las islas.

Los microplásticos son partículas de plástico con tamaño menor a cinco milímetros, que proceden fundamentalmente de procesos de fotodegradación y fragmentación de plásticos de mayor tamaño, pero también pueden ser microesferas utilizadas en productos cosméticos, fibras sintéticas provenientes de la ropa, o los pellets de resina, también conocidos como ‘lágrimas de sirena’, que se utilizan como materia prima para la fabricación de productos de plástico.

El grupo de Investigación de Ecofisiología de Organismos Marinos (EOMAR) del Instituto Universitario de acuicultura Sostenible y Ecosistemas Marinos (IU-ECOAQUA) de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, desarrolla los proyectos MICROTROPHIC y BIOMAR, que cuantifican precisamente la cantidad de microplásticos presente en los sedimentos, en la columna de agua y en los organismos marinos y el efecto que estos pueden tener sobre la vida marina en Canarias.

Los estudios sobre los efectos de esta contaminación en la biota marina han descubierto ya algunos datos muy preocupantes, que demuestran que la advertencia que en 1970 lanzó el investigador Edward Carpenter, sobre los posibles efectos de la contaminación por plástico, es hoy una realidad y un problema de gran magnitud para Canarias y para todo el Planeta.

Los residuos que llegan a la costa pueden llevar años en el mar y hacer miles de kilómetros antes de quedar varados en nuestras playas. “Nuestras islas constituyen una barrera natural frente a estas corrientes y actúan como colectores de la basura marina que se encuentra en el Atlántico Norte”, explica la coordinadora del proyecto BIOMAR, May Gómez, que señala que es prioritario el estudio del efecto que puedan estar teniendo estos contaminantes sobre la vida marina en esta zona.

Especialmente, en zonas situadas en la vertiente norte de las islas, como Famara en Lanzarote, Las Canteras en Gran Canaria, Benijo en Tenerife o La Fajana en La Palma, que se están convirtiendo en basureros al verse afectados por la llegada de todos esos plásticos.

El proyecto BIOMAR propone el desarrollo de una nueva metodología para la cuantificación de microplásticos por análisis de imagen y permite evaluar la cantidad de microplásticos presente en organismos marinos y posteriormente determinar cuáles pueden ser las especies bioindicadoras. En estas especies se podrá establecer si existen efectos toxicológicos derivados de la ingestión de este material.

Una reciente investigación del IU-ECOAQUA, en la que han participado May Gómez, Alicia Herrera y otro grupo de especialistas, ha sido el primer estudio que documenta la presencia de microplásticos en peces en Canarias. En este trabajo en colaboración con investigadores de la Universidad Politécnica de Valencia y de la Universidad de Delaware (USA) se estudió la ingestión de microplásticos en caballas de aguas costeras de Canarias.

Los resultados publicados en la revista científica especializada en contaminación marina ‘Marine Pollution Bulletin’ no dejan lugar a dudas, ya que el estudio revela que 94 de 120 caballas compradas en cofradías de Lanzarote y Gran Canaria, es decir casi el 80% de las analizadas, contenía microplásticos en el estómago. Se encontraron 260 tipos, la mayoría fibras (74%), pero además se encontraron fragmentos plásticos (12%), restos de pintura (12%) y trozos de redes de pesca y de films (2%).

Son datos que muestran que las cantidades encontradas son similares a las que presentan peces de zonas altamente contaminadas como el Mediterráneo, puertos o zonas costeras de Asia o estuarios cercanos a zonas urbanas.

Una posible hipótesis planteada sobre la cantidad de fibras presentes en los peces son los vertidos de aguas residuales que llegan al mar sin tratar o con un tratamiento que no logra retener la mayoría de las partículas. Por esa razón, los autores plantean realizar futuros estudios para poder determinar el origen de estos microplásticos.

La problemática de los microplásticos es seria. El proceso puede provocar que todas esas partículas se acumulen en las especies marinas (bioacumulación) y vaya aumentándose su concentración a lo largo de la cadena trófica (biomagnificación). Lo que a largo plazo, puede afectar a la salud de los humanos.

Aunque en el caso de las caballas no se consumen las vísceras, con lo cual no representa un riesgo de ingestión directa a través del consumo de pescado, la preocupación por estos efectos y por el potencial riesgo en la salud humana, dada la transferencia de los agentes contaminantes, es innegable y cada día mayor en todo el planeta.

Los expertos explican que los Bifenilos Policlorados (PCB’s) que se adsorben en estos microplásticos, pueden estar pasando al músculo de los peces y causar así efectos tóxicos en la población humana. La ingesta continuada de estos compuestos químicos que actúan como disruptores endocrinos, podrían tener consecuencias neurológicas o reproductivas graves en los seres vivos.

Por esa razón, May Gómez insiste en que la ciudadanía debe hacer un ejercicio de concienciación que se traduzca en una reducción del consumo de envases y del número de bolsas y objetos de plástico de un solo uso. Con respecto a las autoridades, es preciso eliminar el abandono de envases y garantizar su correcto reciclado.