Martín Alonso

Por inercia, como si toda la fuerza de un imán nos arrastrara, los primeros pasos que uno suele dar como turista por Barcelona le empujan hasta las Ramblas -desde la Plaza de Catalunya hasta el Mediterráneo-. A un lado queda el Raval; al otro, el Gótico. Y por el camino, espolvoreados, algunos paisajes típicos: el mercado de la Boquería, el Liceu, una riada de turistas, vendedores de todo tipo, locales con comida de dudosa calidad y carteristas.

Como aventura, por pasear y ver de primera mano zonas que figuran en el imaginario colectivo cuando se habla de Barcelona, la experiencia puede tener hasta su punto. Pero una vez pulsado el terreno, lo mejor es huir lejos para disfrutar de verdad de una ciudad que, desde 1992, ha sufrido una transformación feroz.

La primera vía de escape, por proximidad, podría ser el Passeig de Gràcia -observar la Casa Batlló- para dejarse caer por la parte izquierda del Eixample. Allí, entre la Gran Vía de les Corts Catalenes y la Diagonal, el barrio se transforma poco a poco, a cada paso, y oferta una amplia variedad de lugares de ocio -gastronomía, tiendas, copas- con un encanto más particular.

La cocina, en continua evolución, es uno de los puntos fuertes de la ciudad. El Japonés de Tragaluz, El Velódromo -con una Moritz en la mesa-, las hamburguesas de Foc i Oli, Can Valles, Brunch & Cake, Napa o Vinitus Barcelona aparecen en ese radio del mapa como excelentes opciones para disfrutar con la comida o la cena -en el mismo barrio, la noche se puede prolongar de forma agradable en el Ajoblanco-.

Además de las visitas más habituales -Sagrada Familia, Catedral, el Macba, Parque Güell (las vistas que ofrece valen el esfuerzo de subir), Montjuïc-, Barcelona se disfruta de mil y un maneras. Amante del diseño, la ciudad ofrece tiendas con un sello propio en las que se pueden adquirir piezas muy particulares: las camisetas de Typographia, en el Raval, se salen de la norma -justo enfrente La Central ofrece el mejor catálogo de libros del lugar-, y Limited Editions presenta tantas playeras como para volver loco a cualquier fetichista del calzado deportivo.