A45 minutos de Las Palmas de Gran Canaria hay un pequeño paraíso: el Parador de Tejeda, un pequeño reducto para disfrutar de la escapada perfecta. Acogedor, con posibilidades y sin necesidad de tener que coger un avión para huir lejos, este rincón de Gran Canaria debería aparecer en cualquier plan que tenga como objetivo desconectar del mundo.

Abierto en 1945 y reformado en 2009, el Parador de Tejeda ofrece 43 habitaciones -dos accesibles, 22 dobles, 14 dobles con cama de matrimonio, una doble superior, tres dobles superior con cama de matrimonio y una junior- reclamadas durante todo el año por su comodidad, sus vistas, su clase. Localizado en el epicentro de la Isla, con vistas al Roque Nublo y el Bentayga -los días claros se asoma el Teide; las jornadas con el horizonte limpio hasta se vislumbra El Hierro-, la instalación ofrece alternativas para disfrutar a lo grande de un fin de semana.

Con los famosos desayunos de la red de Paradores como punto de partida -y de energía para superar el día-, el siguiente paso por el Parador de Tejeda le puede llevar por cualquiera de los caminos reales o rutas de la zona para disfrutar del senderismo y la naturaleza de la Isla. Tras unos 35 minutos de caminata, después del ligero esfuerzo, el viajante debería dejarse maravillar por las vistas que ofrece el Mirador de Degollada de Becerra -la tempestad petrificada, que apuntó Unamuno-. Más exigente -y siempre mejor con la compañía de un guía-, desde el parador parte una ruta que lleva hasta Valsendero. El trayecto arranca al borde de la caldera de Tejeda y prosigue junto al Montañón Negro -donde tuvo lugar la última erupción volcánica de la Isla-.

Para recuperarse de estas pequeñas aventuras, el Parador ofrece dos planes infalibles: una visita por su spa -que se cierra con una piscina de agua caliente al aire libre (con vistas al Bentayga, entre pinos canarios )- y una cena -con productos de primer orden- en sus salones.

Para reservar, la mejor opción es la web de la red e de paradores: www.parador.es