Viajes

Espíritu de la naturaleza

El valle de Las Batuecas, al sur de Salamanca, es un auténtico paraíso natural rodeado de ríos, bosques y altas montañas

Cabras montesas en la sierra. // luis444

Penetrar en este valle frondoso, protegido por escarpadas montañas, es entrar en un verdadero museo de historia natural. Todo un concierto de árboles y arbustos, plantas y flores, dan pureza y color a Las Batuecas, parque natural desde 2000 y uno de los rincones más hermosos del sur de Salamanca.

También la fauna ofrece especies como el buitre, el alimoche, la cabra hispánica, el corzo o el jabalí, entre muchos otros. En el siglo XVI los Carmelitas descubren el lugar y construyen un convento enclavado en lo más profundo del valle. El Santo Desierto de San José de Las Batuecas se fundó en 1599 por el Padre Tomás de Jesús, entonces Superior Provincial de los Carmelitas Descalzos de Castilla. Tras siglos de oración y de avatares, una pequeña comunidad mantiene viva la llama de la vida contemplativa, que hoy es también un espacio de acogida para los que quieren acercarse a vivir un tiempo de silencio a través de su hospedería.

El monasterio carmelita es sencillo y austero. El recinto está constituido por dos cercas, dentro de las que se encuentra el convento y sus dependencias, y la iglesia, construida en 1602 y ampliada en 1686, es el edificio central del conjunto. Está rodeada por una calle enlosada de pizarra y amplios jardines a modo de claustro. Desde 1950 la pequeña comunidad ha establecido la vida de retiro y oración.

No es extraño que los carmelitas se asentasen en este valle del que parecen emanar vibraciones místicas. En las laderas hay más de veinte ermitas diseminadas, probablemente refugio de ermitaños. Pero desde tiempo mucho más remotos Las Batuecas ha estado habitado. Hay restos de vida desde la Prehistoria, como lo certifican las muestras de arte rupestre existentes, descubiertas en cuevas y abrigos, especialmente pinturas esquemáticas que muestran cabras, peces o siluetas humanas.

De la misma puerta del monasterio de San José parte un recorrido a pie que se dirige hacia la cascada del Chorro y que permite conocer de primera mano todas las bellezas paisajísticas del parque. El itinerario transcurre casi paralelo al arroyo del mismo nombre y permite conocer también tres zonas de pinturas rupestres, una de ellas el Canchal de las Cabras Pintadas, el más representativo de los abrigos con pinturas del valle. Otro desvío encamina a las pinturas rupestres del Canchal de la Umbría del Cristo. Y, finalmente, las del Canchal del Zarzalón, hacia el trayecto de la cascada.

La ruta continúa incluyendo subidas y magníficas vistas panorámicas de todo el valle. Ya cerca del río, el agua se precipita desde unos doce metros, aunque la espectacularidad de la caída depende de la abundancia de lluvias de cada año.

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