Capital de Bélgica. De Europa. De la cerveza. Del chocolate. De las papas fritas. Del cómic. La autodenominada sede de la Unión Europea puede parecer seria por toda la burocracia que la envuelve. Sin embargo, Bruselas esconde una ciudad cosmopolita y abierta, con mucha vida cultural y alternativa, a la vez que es sede de la política del viejo continente.

Entre sus principales atractivos monumentales existe la posibilidad de pasear por una ciudad con un casco antiguo preservado en el tiempo, con una plaza central -La Grand Place-, que está en los listados de las más bellas de Europa.

Inicialmente fue un mercado medieval, y se convirtió en centro cívico al construirse el Ayuntamiento. Casas gremiales y cafés combinan a la perfección para poder admirar su grandiosidad sentado y comiendo uno de las típicas cacerolas de 'moules' -mejillones- con sus papas fritas, el tesoro crujiente y dorado nacional que están consideradas como las mejores del mundo.

Una vez hecha la digestión, los detalles de los edificios obligan a realizar una parada para los amantes del arte. La Grand Place y sus vías aledañas son peatonales e invitan al callejeo y a perderse entre ellas para descubrir entre otras cosas las Galerías Saint Hubert, famoso por ser el primer centro comercial de Europa y que actualmente está plagado de restaurantes, tiendas y teatros para las compras más refinadas y caras.

Tras varios garbeos, está el símbolo de la ciudad, el Manneken Pis. Una pequeña estatua de un niño orinando que simboliza el sentido del humor belga y el rechazo a todo tipo de pudores. A pesar de que su forma original de aparecer es desnudo, en realidad dispone de un amplio vestuario que ocupa una sala entera del Museo de la Ciudad y, con suerte, puede aparecer con un original atuendo.

En las afueras del casco histórico, en el barrio de Heysel, está el otro icono de la ciudad: el Atomium. Construido en 1958 para la Exposición Universal, representa un átomo de hierro aumentado 200.000 millones de veces. Aunque la mayoría se conforma con fotografiarlo desde el exterior, también puede visitarse por dentro. Escaleras mecánicas y un ascensor facilitan disfrutar de las diferentes exposiciones artísticas o científicas que acogen en sus nueve esferas, conectados por tubos metálicos.

Entre las estaciones de Maelbeck y Schuman se concentran la mayoría de las instituciones que forman la Unión Europea.

Asentado en una zona residencial, anterior a convertirse en un lugar clave para la política comunitaria. Los grandes edificios están enmarcados por tres grandes zonas verdes al este de la ciudad, que aprovechan los Juncker, Tusk, Tajani -incluso el mismo Carles Puigdemont- y compañía para comer, en medio de la jornada laboral, en las inmediaciones del Parque de Bruselas, el Palacio del Cincuentenario y el Parque Leopold.

Para disfrutar la noche -o el día-, por toda la ciudad se pueden encontrar cientos de cervecerías de lo más variopintas que adornan las calles. Es el caso de el Delirium Café, el Moeder Lambic, Toone o Le Cirio. Ponen la nota de color para animar el tiempo nublado y gris. Cervezas suaves, como la Blanch, a la que se le añade limón para rebajar el sabor; la famosa Kriek, hecha con cerezas agrias; o la Framboise, con frambuesa, son apuestas seguras para aquellos menos cerveceros. Para los que tengan un paladar más fuerte y gusten los sabores más fuertes, cervezas como Orval, Rochefort, Tripel Karmeliet o Chimay estarán entre las obligatorias.

Además, la larga tradición en el mundo del cómic es uno de las características que le otorga un toque especial. Y se ve en todos los rincones. Las fachadas de varios edificios albergan murales con algunas viñetas que facilitan adentrarse en las historias de Tintín, Lucky Luke o Astérix y Obélix. Los dibujos son un paseo por la infancia de muchos y el presente de otros que anima a imaginar en las calles de la ciudad paseos y recuerdos del pasado. Eso sí, sea la estación que sea, acompañado de un paraguas o un chubasquero para combatir las repentinas lluvias.