´Breaking Bad´, diez años de una fórmula perfecta

Se cumple una década desde la emisión en Estados Unidos de la serie televisiva más aclamada por la crítica en la historia. Entretenimiento altamente adictivo a base de drama, acción y comedia negra

Breaking Bad LP / DLP

Empiezas compadeciéndote de Walter White. Después no compartes muchas cosas que hace, pero no quieres que lo detengan. Lo amas y lo odias a la vez. Lo mismo con su esposa, Skyler, tan comprensible como a ratos odiosa. Y a su colaborador, Jesse Pinkman, te gustaría darle dos bofetadas, aunque sabes que en el fondo es un pedazo de pan. Aquí radica el éxito de Breaking Bad, sus personajes tan complejos como la naturaleza humana. La vida misma. Por eso es la ficción televisiva con mejores críticas en toda la historia, según consta en el libro Guinness de los récords a partir de los datos de Metacritic.

La serie, que está disponible bajo demanda en Movistar+, acaba de cumplir diez años desde la emisión de su primer capítulo en Estados Unidos. Entre su cosecha de premios, 16 Emmy y dos Globos de Oro. Después de Los Soprano (1999), pionera en eso de presentar personajes ambivalentes, The Wire (2002) y Mad Men (2007) consolidaron la era de las grandes series, que tuvo su continuidad con Breaking Bad y culminaría con Juego de tronos (2011). El 20 de enero de 2008 se emitía el primer episodio de Breaking Bad en la cadena estadounidense AMC. Su creador, el guionista y productor Vince Gilligan, tenía entonces 40 años y había trabajado en otra serie legendaria, Expediente X.

La historia presenta a un profesor de Química de un instituto de Albuquerque (Nuevo México), Walter White, uno de esos tipos tan rectos como anodinos de los que los policías suelen decir en las películas que no tienen ni una multa de aparcamiento.

Con un hijo discapacitado y una mujer embarazada, un día recibe el diagnóstico de un cáncer de pulmón inoperable, y recurriendo a sus conocimientos de química decide fabricar (“cocinar”, se dice en la serie) metanfetamina de gran pureza para reunir el dinero suficiente para asegurarle un futuro a su familia, que pronto se ampliará. Se ganará el apodo de Heisenberg.

El título de la serie es una expresión coloquial sureña que se podría traducir por “volverse criminal”.

Y eso es exactamente lo que hace Walter White, cuya transformación interior es mucho más radical que la que experimenta su aspecto exterior por culpa de la radioterapia.

Lo que le espera al espectador es un recorrido en montaña ru- sa no solo por la clandestinidad y el crimen organizado de Esta- dos Unidos y el norte de México, sino por el laberinto, muchas veces igual de oscuro e inescruta-ble, de la naturaleza humana, por el filo del libre albedrío: veo lo que es mejor y lo apruebo, pero hago lo peor.

A lo largo de cinco temporadas y 62 capítulos (el último de ellos, emitido el 29 de septiembre de 2013), la serie oscila entre el drama criminal, el thriller, la comedia negra y el neowestern. Los guiones están medidos al milímetro y los personajes son sencillamente inolvidables, desde Walter White, interpretado magistralmente por el actor Bryan Cranston; Anna Gunn, su esposa Skyler; Aaron Paul, que da vida a su discípulo Jesse Pinkman; y Giancarlo Esposito, el capo del pollo frito Gus Fring, de cuyo establecimiento, Los Pollos Hermanos, hasta se han hecho camisetas.

Capítulo aparte merece el corruptible abogado Saul Goodman, interpretado por Bob Odenkirk, que derivó en el spin off Better call Saul, también muy aplaudido por la crítica. Odenkirk, que participó en Cómo conocí a vuestra madre y en la última de Steven Spielberg, Los archivos del Pentágono, contó el año pasado que realizó varios tramos del Camino del Santiago, realizando un recorrido moral inverso al de su personaje.

A diferencia de otras ficciones magistrales, como Perdidos (2004-2010), el final de la serie, que se emitió en Estados Unidos el 29 de septiembre de 2013, está a la altura de los 61 capítulos anteriores y no hay ninguna temporada en la que el interés decaiga de manera significativa: se recomienda verla entera, de cabo a rabo.

Breaking Bad deja, además, una moraleja inquietante: nuestra paciencia tiene un límite, y ante ciertas presiones límite y circunstancias radicales de la vida, sobre todo cuando está en juego nuestra supervivencia o la de nuestros seres queridos, podemos pasarnos al lado oscuro. Es mejor que la vida no nos ponga a prueba para comprobarlo.

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