"Tenemos que agotar los discursos en los que se cosifica a la mujer"

La actriz Nathalie Poza, galardonada con los premios Feroz y Forqué por su papel en 'No sé decir adiós', aterriza en el Teatro Cuyás con el montaje 'Sueño', de Andrés Lima, en el marco del Teatro de la Ciudad

"Tenemos que agotar los discursos en los que se cosifica a la mujer"

La actriz Nathalie Poza (Madrid, 1972) vive el cénit de su carrera artística con los pies en el suelo y la mirada en el horizonte de los Goya. Su magnetismo se cruzó con un papel protagonista a su altura en No sé decir adiós (Lino Escalera, 2017), que le ha valido los premios Forqué y Feroz, así como su cuarta nominación por parte de la Academia. Y entre medias, la actriz baila al ritmo de Sueño, el nuevo montaje de Andrés Lima en el marco de Teatro de la Ciudad, que desfila este fin de semana en el Cuyás. Este proyecto de investigación teatral exhibió en el Cuyás su primera entrega en torno a los entresijos de la tragedia, con los títulos Edipo Rey, de Alfredo Sanzol; Medea, de Andrés Lima; y Antígona, de Miguel del Arco. Ahora, Sanzol y Lima regresan a las tablas con una segunda aventura que gravita sobre las claves de la comedia bajo la fórmula: comedia es igual a tragedia más tiempo, donde Sanzol presenta La ternura, que hoy despliega su última función.

Sueño es una comedia que esconde una tragedia, ¿cómo se revela este equilibrio en la escena?

Sueño es una comedia muy trágica o una tragedia muy cómica, que parte de la idea de que la tragedia te acerca mucho a la muerte, mientras que la comedia te aferra a la vida. En este proyecto, Andrés Lima ha trabajado mucho en lo que se llama el transgénero, en el que mezclamos la tragedia y la comedia. La historia se basa en un hombre que se acerca a la muerte, por lo que hay una sincronía con el guión de No sé decir adiós, que vive sus últimos días en una residencia de ancianos. Esta es la parte más trágica de la historia y la comedia surge en sus momentos de delirio, cuando ingiere alcohol. Entonces, sueña con sus primeros amores, la residencia se convierte en una especie de discoteca en un bosque con sus amores y los ancianos se transforman en los personajes de Sueño de una noche de verano, donde todos hablamos en verso. Sueño tiene humor y oscuridad, pero, sobre todo, es un viaje onírico muy potente, para el que hay que dejar la cabeza en casa y dejarse llevar por las sensaciones, la música, la luz, los personajes y una estructura dramática nada común, porque es como un poema onírico. En definitiva, Sueño un trallazo de una hora y media, al que invitamos al público a subirse con nosotros.

En paralelo, usted vive su viaje particular de premio a premio por su papel en No sé decir adiós. ¿Cómo define esta aventura?

Pues es un viaje muy excitante, pero también da un poco de vértigo, porque una no está acostumbrada a estar todos los días nominada y tan expuesta, pero, poco a poco, ya me lo tomo como una gran celebración. Realmente, esto parece una boda gitana, porque no paramos de encontrarnos siempre los mismos, gala tras otra, pero celebro compartir el viaje con mis compañeros y formar parte de una terna de cine muy potente, en la que celebro estar por una película que ha costado mucho sacar adelante y por un trabajo del que estoy muy orgullosa y esto le da visibilidad. Pero también trato de colocar este viaje en su lugar, porque esto de los premios está muy bien, pero se acaba dentro de nada y el show continúa.

En consonancia con el protagonista de Sueño, C arla se enfrenta a la muerte de su padre en No sé decir adiós. ¿Qué le atrajo de este personaje?

Los personajes como Carla son muy agradecidos de trabajar porque es un personaje muy real y muy auténtico, porque Carla es un personaje con mucha negación, pero hay muchas personas como ella en el mundo. Las mujeres, en realidad, no siempre somos lo que se muestra en algunos tipos de película y a mí me gusta interpretar a personajes reales de mujeres imperfectas, con contradicciones y con conflictos, como dije en la gala de los Feroz. Y es muy bonito tener un guión donde puedas reflejar una problemática que es de todos y en la que otras mujeres se puedan sentir reflejadas. Lo normal no es gestionar bien la muerte, lo normal es vivirlo con dificultad y No sé decir adiós habla, a partir de esto, de la incomunicación familiar, porque Carla es una mujer más introvertida, con más problemas a la hora de expresarse, que es algo habitual en esta sociedad. Me gusta porque los personajes reales como este permiten que contemos historias de verdad.

En su discurso en los Feroz declaró que "los personajes femeninos no están agotados, lo que están agotados son los discursos". ¿A qué discursos se refiere?

Me refiero a los discursos en los que se cosifica a la mujer, que establecen que en esta industria hay una edad tope, que para los hombres puede ser el cénit de su carrera, pero para las mujeres parece que es el declive. Si lo damos por un discurso normalizado, nos habituamos a ello y lo asumimos. Lo que hay que hacer es agotarlo y decir: esto no lo admito, no me lo creo y no lo voy a comprar, y como respuesta, generar proyectos donde no se distinga a los personajes ni por género ni por edad. Ese discurso es el que está agotado, mientras que no lo están los personajes femeninos de ninguna clase social, edad o canon de belleza. El friso de personajes femeninos es infinito y el discurso contrario, tanto por parte de la industria como de la sociedad, no debe escucharse ni mucho menos darle voz, porque hoy es un discurso mortecino.

¿Cree que se está gestando algún cambio en ese sentido a tenor del movimiento de #MeToo?

Yo creo que siempre se ha estado cambiando pero que, por momentos, también nos hemos adormecido. La lucha por la igualdad de género nos remite a los años 70 y se ha avanzado mucho, pero parece que siempre tenemos que estar en alerta, lo cual es un poco agotador. También han ocurrido cosas que han movido un poco el piso, como se dice en Argentina, que nos hacen desempolvar la memoria y recordar todas las injusticias que hemos sufrido y por las que debemos volver a reivindicar que hay cosas que no tienen lugar hoy y que no podemos aceptar, porque, además, es peligroso, porque en este país hemos vivido esa desigualdad y no podemos permitirnos regresar a ella.

¿Siente que ser mujer conlleva estar siempre en esa alerta?

Siempre hay que estarlo un poco, ¿no?, porque a la mínima parece que vuelven discursos retrógrados que no nos podemos creer. Si no queremos que se lo crean las chavalas jóvenes, no nos los vamos a creer nosotras. Pero en las generaciones nuevas hay muchas mujeres fuertes. No hay más que ver el panorama cinematográfico con actrices jóvenes que ya escriben, que dirigen, que son mucho más valientes de lo que, por ejemplo, fui yo en mi época, cuando me dejaba llevar más por si me llamaban o no me llamaban para trabajar. Las nuevas generaciones nos siguen recordando que una mujer es capaz de generar sus propias creaciones y de contar sus historias.

Y retomando su personaje en No sé decir adiós , después de una ristra de grandes secundarias, ¿cómo se fraguó la llegada de este proyecto?

Nunca escojo un proyecto pensando en que pueda ser grande o pueda ser una castaña, porque en ambos casos te saldría un espanto de trabajo. En el caso de No sé decir adiós, yo sabía que había algo que se gestaba ahí y ha sido un viaje muy intenso, pero en el que nunca sabes lo que va a pasar. Esto del éxito y fracaso de las películas es el gran misterio de este oficio, incluso mientras estás rodando. Por ejemplo, mis otros dos protagonistas, que hice en Malas temporadas, de Manolo Martín Cuenca, y en Días de cine, de David Serrano, los dos directores que más han creído en mí y que más me han enseñado, no sonaron tanto. De hecho, esta última película no tuvo ningún éxito y, sin embargo, es un trabajo del que estoy muy orgullosa. Nunca puedes medir la grandeza de un trabajo en función de esas perspectivas de éxito y, por eso, siempre intento aplicar una frase de un maestro para salir a escena, que es: sin expectativas, pero sin temor, que es una frase muy certera para afrontar el trabajo, sobre todo, artístico.

¿Cuáles son sus próximos proyectos, en pantalla y en teatro?

Pues en el teatro ya tengo una cosita pendiente para 2019, con Israel Elejalde, que es un autor con el que me apetece mucho trabajar, pero todavía no puedo revelar mucho sobre el proyecto. También tengo otro proyecto en Francia, que contaré dentro de unos meses. Y en marzo voy a rodar una película con Leopoldo Serra, que protagonizan Emma Suárez y Hugo Silva, que se rodará en Bilbao y que cuenta una historia de acción muy potente sobre un atraco. De hecho, yo soy la que atraco un banco, así que a ver qué sale (risas).

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