"Un buen rompecabezas sería cruzar Dublín sin pasar por delante de una barra", o eso decía Leopold Bloom, el protagonista de Ulises del afamado escritor irlandés James Joyce. Nunca un razonamiento ha estado mejor plasmado en un libro. Pubs modernos o de estilo victoriano. Literarios. Para ejecutivos, para turistas, para locales. De mediodía y de medianoche. Como todo buen puzle, el mayor rompecabezas es decidir en cual detenerse, porque todos tienen algo especial.

Aunque esta tónica se repite a lo largo de la capital irlandesa, es el barrio de Temple Bar el que mejor define el espíritu y sentimiento irlandés. Situado entre Dame Street y el río Liffey, el barrio es el sanctasanctórum de la cerveza negra, el whiskey -importante escribirlo con e, en lugar de y, para diferenciarlo del escocés- y la música.

Reza un dicho del lugar que "Dios inventó el alcohol para que los irlandeses no dominaran el mundo". Quizá resulte exagerado pero Dublín compite con Madrid en número de tabernas. Los pubs son omnipresentes en el país de la Guinness: el O'Neill's -de ambiente estudiantil-, el animado No name bar, el histórico y literario The Palace Bar, el Brazen Head, el más antiguo del país, Mulligan's -donde se sirve la mejor Guinness de la ciudad, o el que toma prestado el nombre del barrio, The Temple Bar Pub, el más fotografiado y visitado.

Un puñado de travesías y callejones adoquinados discurren en los aledaños de este corazón cultural de la capital de la antigua Hibernia. Galerías, teatros, cafés, mercados al aire libre? Todo tiene cabida en este lugar, que al caer el sol acoge en su seno la vida nocturna de la urbe, con propios y extraños que van saltando de pub en pub. Todo ello bajo el son de los acordes de artistas locales, que nada tienen que envidiar a los grandes grupos. De aquí nacieron unos tales como Thin Lizzy, U2, Stiff Little Fingers, The Cranberries, The Dubliners...

¿Quién será el próximo Papa?, ¿quién es la persona que ha sobrevivido a más caídas de rayos?, ¿cuánto tiempo se puede contener la respiración?...este tipo de conversaciones son frecuentes en los templos del púpulo y la cebada. En 1955, dos compañeros de caza debatían acerca de cuál era el pájaro más rápido de Europa. Hablaron que sería ideal contar con un libro que plasmara esta información y saldar, de este modo, muchas de estas "estúpidos coloquios" que suele haber en los pubs y que, en ocasiones, acaban en peleas en el callejón. La cervecera irlandesa zanjó la primera de estas discusiones con la publicación de la primera de los 120 millones de ejemplares del libro más vendido de la historia, el Guinness de los récords. Indispensable visitar su museo, en cuya última planta alberga una terraza donde disfrutar de la panorámica de la ciudad.

San Patricio

En la isla esmeralda, el 90% de la población asegura que va a misa los domingos. Temas como el aborto, la homosexualidad o el divorcio son todavía motivos de debate. Tan importante es la religión en el país gaélico que su capital cuenta con tres catedrales: la de Santa María, la de la Santísima Trinidad y la de San Patricio, construida sobre el lugar en el que se cree que San Patricio bautizaba a los conversos y lugar de donde descansa Jonathan Switf, un canónigo que se pasó la vida sacando este centro religioso adelante, pero es recordado por escribir un libro donde unos enanos atan a un gigante, Los Viajes de Gulliver. Una obra infantil pero que pretendía ser una minusiocrítica a la sociedad de la época.

Cada 17 de marzo los irlandeses se lanzan a la calle para celebrar su fiesta nacional, San Patricio, y Dublín se tiñe de verde. Originalmente el día de San Patricio era dedicado a conmemorar la muerte de Patricio de Irlanda, un misionero cristiano que se convirtió en el patrón del país. No obstante, la celebración religiosa se ha transformado en una fiesta pública que se lleva a cabo por toda Eire. Una tradición de orgullo nacional, representativa de las costumbres irlandesas y la bandera, con el verde y los tréboles abundando en todos los rincones y se celebra a lo largo del mundo. Ciudades como Nueva York añaden un colorante verde a la cerveza, en Chicago tiñen el río entero, y en otras simplemente se disfruta de su producto más popular: la cerveza. Advertencia, si asiste a una de estás celebraciones y no está vestido de verde, será pellizcado por un duende, o eso dicen. ¡Quien avisa no es traidor!