Ruta de caravanas, paraíso en tonos rojizos, hogar del séptimo arte. Situada a 200 kilómetros de Marrakech, sobre una meseta entre montañas desérticas, en el Marruecos meridional, Uarzazate se sitúa como el punto de partida para recorrer los valles y oasis que bañan los ríos Dades y Draa, las kasbahs -castillos de origen bereber- y el Sáhara.

Considerado como la puerta del mayor desierto cálido del mundo, el recorrido que la separa de Marrakech -la cuarta del país-, es un comienzo de la magnitud de los paisajes que alberga esta zona de Marruecos. Atravesando las montañas del Alto Atlas, que albergan con las mayores altitudes de todo el norte de África -el Toubkal, su punto máximo alcanza los 4.167 metros-, el paseo de tres horas por las sinuosas carreteras muestra el primero de los muchos contrastes de paisajes que guarda esta región. Montañas nevadas que se mezclan en pocos kilómetros con extensos palmerales, frondosos valles, dunas anaranjadas y áridas llanuras de piedra caliza alimentadas por el influjo del sol y la ausencia de lluvias durante casi todo el año.

Esto convierte a Uarzazate en el lugar favorito para muchos para el rodaje de películas -con una media de dos superproducciones al año, además de decenas de films de bajo presupuesto destinadas a televisión e incluso publicidad. Este terreno tiene la facilidad de disfrazarse de Somalia, Egipto, Arabia, Palestina o la antigua Roma.

Desde 1962 con la irrupción de David Lean con su Lawrence de Arabia, Ouarzazate ha atraído a decenas de directores: Orson Welles, George Lucas, Martin Scorsese, Oliver Stone, Ridley Scott... Por la meca del cine africano en el corazón del Atlas se han grabado multitud de escenas que quedaran para el recuerdo en el mundo del séptimo arte: desde la ya mencionada película protagonizada por Peter O'Toole o la primera de La Guerra de las Galaxias (1977) hasta más recientes como La Momia (1999), Gladiator (2000), Black Hawk derribado (2001), Astérix y Obélix: misión Cleopatra (2002), Troya (2004), Alejandro Magno (2005), Babel (2006) o la célebre serie de HBO Juego de Tronos (2011).

Esto ha catapultado a Uarzazate de una ciudad enclavada en medio de la nada, con tan solo una descuidada kasbah -como único punto de interés-, a ser uno de los lugares más visitados de Marruecos. Las producciones extranjeras generan cada año más de cien millones de euros y alrededor de unas 90.000 de autóctonos trabajan en ellas, desde los artesanos hasta los empleados de hoteles y sus familias. Todos sus vecinos viven por y para el cine. Es raro encontrar en sus calles a alguien que no haya trabajado en un rodaje. Y todo ello al modo de bajo coste que tanto gusta a Hollywood. Hay familias enteras que han transmitido de generación en generación su oficio de artesanos expertos en atrezzo cinematográfico, capaces de levantar un un gran escenario en un corto periodo de tiempo y reconvertirlo en algo completamente diferente para otra película.

La entrada al Sáhara

Cerca de la Meca del Cine, a unos 220 kilómetros y unas cuatro horas en coche, se encuentra la ciudad-oasis de Mhamid El Ghizlan, una pequeña población es antiguo lugar de paso de las caravanas hacia el África negra que hasta 1990 fue un lugar prohibido, por su cercanía a la frontera del Sahara occidental y Argelia. Hoy en día es un centro del turismo de desierto por su cercanías a las dunas. Las montañas y desniveles del Atlas quedan atrás y en el horizonte se vislumbra una kilómetrica silueta de arenales que se pierden hasta el infinito. Antes de partir hacia el arenal de Erg Chigaga es vital el aprovisionamiento de almendras, cuscus y dátiles en el zoco para disfrutar de un buen refrigerio tras una intensa jornada de paseo a lomo de un camello por las zigzagueantes dunas bajo un sol abrasador y constante para combatir la gélida noche sahariana al son de las estrellas que iluminan el panorama a ritmo de música bereber. El Sáhara se abre camino.