La Compañía Nacional de Danza (CND), dirigida por el bailarín y coreógrafo José Carlos Martínez desde 2011, traza un mapa coreográfico que une tres puntos cardinales de sus propias constelaciones. El dibujo resultante es el alma de una compañía cincelada a lo largo de casi 40 años de trayectoria y que una nómina de 40 bailarines traduce en un programa triple que recala este fin de semana en el Teatro Cuyás. "Hacía ya demasiado tiempo que la Compañía Nacional no visitaba el Cuyás", reconoce Gonzalo Ubani, director del recinto, en el que la CND pone el broche a la temporada 2017/2018 con este tránsito al corazón de sí misma.

¿Cómo nace el proyecto de rendir homenaje a la trayectoria de la CND con este programa triple que incluye, además, una pieza de Nacho Duato, su director durante 20 años?

El próximo verano de 2019 se cumple el 40º aniversario de la creación de la CND y me parecía que ya era hora de llevar a escena la historia de la compañía, con un programa que hiciera referencia a distintas etapas en la trayectoria de la CND. Además, también estaba la asignatura pendiente de rendir homenaje a Nacho Duato, porque, desde que llegué a la dirección de la compañía, no habíamos representado ninguna de sus piezas, así que la idea era que Nacho volviera al repertorio de la compañía. Por tanto, con este programa me he quitado por fin una espina, y me hace mucha ilusión que vuelvan a verse este tipo de coreografías en la CND.

Por tanto, ¿este programa comporta un cierto regreso a la esencia de la compañía?

Lo hace, en la medida en que ya trabajábamos la danza contemporánea y, en paralelo, la danza clásica, pero nos faltaba esa etapa intermedia que ha formado parte de la historia de la compañía y de la historia de la danza. Y siendo una compañía nacional, creo que tenemos que mostrar al público todas las facetas de la danza que existen a día de hoy, desde las más tradicionales hasta las más contemporáneas. En este sentido, este espectáculo completa el proyecto que he ido desarrollando con la CND desde hace 8 años.

¿Podría glosar sucintamente la elección de las tres piezas de este espectáculo?

En primer lugar, la elección de Por vos muero, de Nacho Duato, estrenada por la CND en 1996, es una de las piezas más simbólicas históricamente con respecto a la compañía y a Nacho. En esta reposición he querido acompañar el programa de unos coreógrafos y un estilo que representaran ese periodo de la compañía. Luego, acompañamos esta pieza de Gods and dogs, del coreógrafo checo Jirí Kylián, maestro de Nacho, una pieza bastante más contemporánea que la suya, pero que también pone en valor la versatilidad de los bailarines de la CND a día de hoy. Por tanto, partimos de ese periodo y de ese estilo que instauró Nacho y también mostramos la evolución que ha tenido la compañía. Por otra parte, Kylián, además de haber sido maestro de Nacho, también representa para mí uno de los más grandes coreógrafos de todos los tiempos. Y esta pieza, que es muy dinámica y potente, vehicula mucha emoción, porque reflexiona sobre la mirada del otro y el conflicto interno entre lo que vivimos y lo que queremos ser en realidad, aunque admite una interpretación libre. Y por último, Holberg Suite, del coreógrafo y bailarín francés Tony Fabre, rinde homenaje a su estrecha colaboración con Nacho en su etapa al frente a la CND. Holberg Suite fue una de las primeras coreografías que creó para la compañía formativa para jóvenes de la CND, así que me parecía muy importante reponerla ahora que llegamos al 40º aniversario de la compañía. Se trata de una pieza muy musical, neoclásica, viva y dinámica, que estará interpretada por los bailarines más jóvenes de la compañía.

¿En qué medida refleja también la evolución de la compañía bajo su dirección?

En este espectáculo se ve la evolución de la compañía desde la danza clásica, con la dirección de Nacho Duato, hasta una danza más contemporánea, que en este caso representa la pieza de Kylián, pero el programa muestra el abanico de posibilidades que tiene la CND y sus bailarines a día de hoy. Entonces, el espectáculo recorre todas esas etapas hasta el día de hoy porque, desde que yo llegué a la compañía, hemos hecho un trabajo muy intenso para que el ballet clásico volviera a la CND, como hicimos con Don Quijote, un ballet clásico completo que estrenamos en 2015 en el Teatro de la Zarzuela. Y en paralelo, hemos hecho un trabajo de piezas de vanguardia que ha atraído a muchos coreógrafos españoles.

La conjugación de piezas tradicionales o académicas con creaciones originales contemporáneas ha sido uno de los leimotiv de su mandato, ¿no teme que se diluya el sello de la compañía o es la única vía para acercar a nuevos públicos?

Esa conjugación es lo que me parecía más importante desde el principio porque cuando llegué a la compañía apenas se bailaban piezas diferentes a las de este programa que representamos ahora. Por esta razón, quise abrir la compañía hacia la danza más contemporánea, más actual, más vanguardista, más rompedora; pero, al mismo tiempo, nos volvimos hacia la tradición y trabajamos para la zapatilla de punta volviera a la CND, y que los amantes del ballet clásico pudieran volver a disfrutar de espectáculos clásicos con la CND. En definitiva, hemos hecho un trabajo muy amplio para abrir el abanico de posibilidades de la compañía. La idea era hacer espectáculos que gustaran a todos los públicos y poder estar en todos los teatros y programaciones de España. Además, me parecía interesante apostar por programas híbridos que mezclan una pieza más clásica con algo muy contemporáneo, de modo que el público clásico diera un paso hacia lo contemporánea y este último viera que también hay danzas más tradicionales que, hechas con ritmo y cierta dinámica, también son interesantes.

¿Y ha cumplido con el objetivo de atraer a nuevos públicos?

Creo que abrir el espectro es una manera de facilitar el hecho de abrir la compañía a todos los públicos, pero para nosotros es complicado hacerlo porque la CND no dispone de una sede ni de un teatro. Somos una compañía itinerante y, al no tener temporada fija, es difícil fidelizar al público y atraer a nuevos públicos a ver danza. En nuestro caso, junto con este tipo de programas muy variados, estamos desarrollando una serie de actividades paralelas que van en esta dirección, como un proyecto pedagógico con guías pedagógicas sobre los espectáculos que hacemos o abrir las puertas de la compañía para que los colegios, los niños o las personas mayores puedan venir a ver cómo se prepara un espectáculo. Esa voluntad de mostrar la parte que no se ve de costumbre permite que vayamos abriendo puertas y ventanas para que cada vez haya más público para la danza.

Precisamente, la falta de una sede propia es una de las eterna demandas de la CND, ¿no se contempla a medio plazo?

Ese es el problema principal de la compañía, porque tenemos que ir vendiendo los espectáculos e ir buscando un sitio para cada estreno, lo cual dificulta mucho el diseño de una temporada de verdad y que tenga en cuenta el ritmo de espectáculos que convenga a los bailarines, además de que el público nunca sabe donde bailará la compañía, porque vamos cambiando de teatro. Ahora bien, desde el inicio, todos los directores han reclamado la necesidad de un teatro para la compañía. Hoy por hoy, la dirección actual del INAEM [Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música] está a la escucha y está intentando poner en marcha un proyecto de sede, pero, por ahora, no lo hemos conseguido. Por tanto, no puedo decir que no haya voluntad, sino que hace falta que esa voluntad se materialice. En cualquier caso, no sería una sede sólo para la CND, sino también para el Ballet Nacional de España e, incluso, para la exhibición de espectáculos de danza de otras compañías.

Por otra parte, ¿ha echado de menos los escenarios desde el punto de vista de la dirección?

Pues la verdad es que no (Risas). Yo dejé de bailar desde que llegué a la CND hace 8 años, pero he seguido dando clases, en las que bailo y entreno a los bailarines, así que no siento esa necesidad de estar en el escenario. Creo que, como bailarín, ya bailé mucho más de lo que hubiera imaginado poder bailar, porque he bailado profesionalmente desde los 18 hasta los 42 años. Y creo que ahora no lo echo en falta porque siento que, cuando veo los espectáculos de la compañía, bailo a través de 50 bailarines. Por otra parte, es verdad que es mucho más complicado ser director que ser bailarín, porque, como bailarín, basta con que te ocupes de la gestión de tu cuerpo y de tu día a día, pero, como director, tienes que gestionar el trabajo de todos los bailarines. Pero cuando luego ves el progreso de un bailarín o un coreógrafo en el escenario y eres testigo de cómo la carrera de cada uno se va desarrollando, el proceso es muy enriquecedor.

El bailarín y coreógrafo tinerfeño Daniel Abreu se alzó el pasado lunes con tres Premios Max. ¿Qué opina de su trabajo?

No he visto La desnudez [la pieza galardonada], pero Daniel Abreu ha hecho residencias anteriores con nosotros y sigo su magnífico trabajo. De hecho, estamos hablando para que venga a dar alguna workshop a los bailarines de la CND y pensando en un posible proyecto con nosotros, porque es un coreógrafo que tengo muy en cuenta, así que veremos cómo poder colaborar en el futuro. Creo que su distinción en los Max es muy merecida y que, además, dirigir una compañía independiente en este país es muy difícil y hay que ser muy valiente. Y lo admiro mucho, además de todo, por eso.