Hay una broma recurrente que se hace a todo el que visita Sofía por primera vez. Cuando se llega a la Plaza Nedelya, una de las más céntricas de la capital de Bulgaria, se señala con el dedo a los símbolos de las cinco religiones que coexisten en paz: la Catedral de Sveta-Nedelya (ortodoxa), la Iglesia de Sveta Petka (católica), la Sinagoga y la mezquita Banya Bashi. La anécdota termina mostrando al turista de turno el cartel gigante de McDonalds que se alza en las alturas de la plaza. "Y la religión del capitalismo", concluye el anfitrión. Es la llamada plaza de todas las religiones.

Pocas veces un chiste refleja con tanta sencillez y fidelidad el espíritu de una ciudad. Sofía es la capital más barata de la Unión Europea y la más oriental de todas, no solo en el aspecto geográfico. Tampoco es la más atractiva pero visitarla tiene el encanto de apreciar la lenta evolución que dibuja hacia Occidente mientras se siente muy orgullosa de su pasado. Su calle principal, Vitosha Boulevard, cuenta con las principales multinacionales de Europa y terrazas muy agradables. Sin embargo, a apenas 30 segundos de allí, en las calles paralelas ya se encuentran lugares abandonados y oscuros, suciedad en las aceras y coches soviéticos. Un contraste de lo más peculiar.

Pero ningún lugar en Sofía como la catedral de Alejandro Nevski, que ocupa la inmensa mayoría de las postales y es el templo ortodoxo más grande de los Balcanes. Con sus inconfundibles cúpulas doradas es el principal símbolo de la ciudad. Finalizada en 1912, tuvo que ser reconstruida tras las dos Guerras Mundiales que vivió. Se levantó en honor a los rusos caídos por la liberación de Bulgaria del Imperio turco entre 1877 y 1878 y lleva el nombre de un gobernante del principado ruso de Novgorod, figura clave en la historia medieval rusa por su defensa del Cristianismo Ortodoxo. Por dentro cuenta con frescos que son auténticas obras de arte.

Pero la catedral está en todas las guías. Más inesperado, por contra, resulta toparse en pleno centro de la ciudad con unos restos romanos, los de la antigua ciudad de Serdica, que se sitúan en un paso subterráneo entre la Presidencia y el Consejo de Ministros. Una maravilla de camino al metro. La pequeña iglesia de Sveta Petka Samardzhiiska, el monumento de Santa Sofía (una imponente estatua de una mujer con un vestido negro) y las termas completan el panorama.

Multitud de zonas verdes -la más encantadora es el City Garden- intentan combatir la tristeza que emana de Sofía, una cruda realidad que se siente en cada esquina. Pero la ciudad lo pelea con mucho orgullo, con la amabilidad de su gente -a pesar de los malditos tópicos-, el encanto de sus monumentos y una historia que apasiona por su diversidad.

Dos viajes de un día

Si Sofía no llena, que es lo más probable, al visitante siempre le quedará recurrir a dos destinos cercanos para pasar un día para el recuerdo: el Monasterio de Rila y la ciudad de Plovdiv. El Monasterio, patrimonio de la Humanidad, fue levantado en el siglo X y está situado en las Montañas que llevan su nombre. Plovdiv, mientras, es la ciudad europea más antigua que ha estado habitada continuamente. Segunda ciudad más poblada del país, cuenta con maravillas arquitectónicas de la época romana, en especial el Estadio romano, en pleno centro de la ciudad.