Pablo Alborán, el cantautor malagueño que ha conquistado con sus letras y melodías los corazones de media España, llega hoy a Gran Canaria, donde sus actuaciones se cuentan por llenos. El Gran Canaria Arena acogerá, a partir de las 22.00 horas, el recital de un artista que ha superado las espectativas de venta de entradas -esta semana se activaron más localidades en taquilla- y por el que sus fans más incondicionales esperan, desde hace días, en la puerta del pabellón.

Fuera de circulación -de motu proprio- durante dos años, Alborán ha vuelto este verano a la carretera para presentar Prometo, un disco en el que el cantante malagueño da un giro a su repertorio. El cambio no suena ni forzado ni artificial para un artista que admite su pasión por la música desde temprana edad. "Siempre he escuchado", cuenta Alborán, "a mi padre tocando la guitarra en las fiestas con sus amigos". "Además", agrega, "mi hermano mayor siempre se encerraba por las noches en nuestra habitación a tocar la guitarra mientras yo dormía. Creo que ese tipo de cosas provocaron algo en mí. Mas tarde empecé a aporrear el piano que teníamos en casa y mi madre me dijo que si esa era mi pasión, debía estudiarla".

Encarrilado ese camino, apiladas las horas de aprendizaje, llegó el momento de subirse al escenario. "Supe que ésta era mi pasión", explica Alborán, "porque me daba igual si había escenario o no". "Me gusta la música", prosigue, "porque hay algo en ella que ni siquiera sé explicar, como una especie de necesidad. Supongo que es lo que hace que uno no pare de crear, de escuchar todo tipo de música, de rodearse de músicos e investigar".

La fama llegó pronto, una especie de regalo envenenado que el cantante afrontó con un objetivo claro: no fallar a sus fans. "De los 21 a los 23 años mi vida fue un maratón descomunal", admite. "La agenda llena, ningún domingo libre? No tenía tiempo para pensar demasiado, ni siquiera en la fama. Solo quería dar la talla", relata.

Compañeros

Abrazado al éxito desde hace años, Alborán no olvida la colaboración que se encontró por el camino. "Diana Navarro", cuenta, "fue la primera que me dio la oportunidad de cantar con ella en un escenario". "Estrella Morente", continúa, "cantó conmigo en mi primer disco, que para mí significó mucho. Y, desde luego, todas mis influencias: Paco de Lucía, Vicente Amigo en el flamenco, Antonio Vega, y en el jazz, Pablo Seoane".

Cómodo en los directos, Alborán no se ve cómodo detrás de un avatar -moda entre algunas estrellas pop- o escondido -en los días malos de Bob Dylan-. "Yo creo", resalta, "que se gana credibilidad cuando la gente te ve, te mira a los ojos y tú les devuelves la mirada". "Al final", puntualiza, "estás cantando para esas personas que vienen a verte. Sí es verdad que, aunque no sé si a ellos les gusta verme, a mí sí que me gusta ver a mi público.

Aupado por el cariño y fidelidad de sus seguidores, cuestionado por si sientes que sus canciones más especiales aún son solo suyas o ya pertenecen a los fans, Alborán no duda: cede la guardia y custodia de su obra. "Es distinto". "Ese primer momento en que estoy en mi habitación, tocando y componiendo", aclara, "es como una droga para mí. Es un momento de incertidumbre, que tiene cierta magia y solo lo vivo yo". "Al compartirlo con el público", añade, "se convierte en algo muy bonito, porque deja de ser tuyo, la gente se lleva esa misma canción a distintos terrenos e interpretaciones. Ahí la canción cobra tres veces más vida y también me parece mágico".

Directos

Ante la dicotomía estudio o directo, el malagueño se deja llevar por el momento del Tour Prometo. "Ahora que estoy de gira", narra, "que me lo paso tan bien y hay cosas tan únicas que solo podrían pasar en el directo, me pasaría el día sacando discos de los directos". "El estudio", cuenta, "tiene ese reposo, esa calma de poder rectificar lo errores. Te ayuda a llegar donde tú quieres llegar en el disco. Son dos cosas muy distintas que despiertan sensaciones muy diferentes".

Frente a otra disyuntiva, conciertos en locales íntimos o grandes recintos, Alborán remarca las bondades de ambas opciones. "A mí", subraya, "la corta distancia me gusta muchísimo. La conexión es muy bonita, de repente te ven como lo que eres, uno más". "Y cuando son estadios", detalla, "en mi caso quiero que sean también un espectáculo, porque hay que tener algo más para conectar con el público como si fuera un concierto pequeño. Y cuando esa conexión sucede, es bestial".

De cara al concierto de hoy en el Gran Canaria Arena, Alborán deja alguna pista. "Los conciertos, expone, "son un recorrido por los temas más importantes de todos los discos, además de la presentación completa del último trabajo, Prometo". "Tengo muchas ganas de que el público vea el espectáculo que hemos montado, a nivel visual, de luces, tan diferente a lo que hemos hecho otros años. La verdad es que estoy muy contento", concluye el cantante.