Aunque en Reniego, el quinto capítulo de El mal querer (Barcelona, 1993), cante: “río por fuera y lloro por dentro”, es imposible creer que la catalana tenga motivos para llorar, salvo de alegría. La notoriedad y el éxito que ha ido acumulando la artista a nivel nacional e internacional desde que publicara Los ángeles (Universal, 2017), ha convertido este lanzamiento en uno de los más esperados del año. Y, sin duda alguna, la espera ha merecido la pena.

El segundo LP de Rosalía versa sobre el amor tóxico y dañino, y lo hace a modo de capítulos, como si de una obra de teatro se tratara. En realidad, este disco es el proyecto que la intérprete ha presentado como la tesis de su Título Superior de Flamenco por la Escuela Superior de Música de Cataluña. Para ello, Rosalía ha contado con la ayuda del dramaturgo, y también amigo, Ferran Echegaray, usando como punto de partida una obra del Siglo XIII llamada, curiosamente, Flamenca.

De este modo, la cantante nos mete de lleno en esta historia desde su primer capítulo, Malamente, el “augurio” de esta relación venenosa que esta por llegar, hasta que nos remata en el capítulo once con A Ningún Hombre, donde el “poder” de esa mujer que Rosalía quiere proyectar le permite salir de las entrañas de la oscuridad donde estaba sumida. Por este camino de rosas con espinas, la intérprete mezcla el flamenco más tradicional con las nuevas tendencias de la música electrónica y urbana. Se ven claras las referencias de la barcelonesa, entre las que destacan Arca, Björk o James Blake, por nombrar algunas.

Además de los hits Malamente y MalamentePienso en tu mirá, merecen especial mención la inquietante De aquí no sales, donde casi se palpa la tensión que emana el ruido de los motores que funciona como percusión de la pista; la adictiva Dí mi nombre, de título inspirado en el Say my name de Destiny’s Child, pero que poco tiene que ver con ella, donde el autotune se convierte en un sorprendente aliado del flamenco, rozando lo kitsch; y Bagdad, la que previsiblemente sea el siguiente sencillo del álbum. Esta última había sido anunciada como “la canción que sampleaba a Justin Timberlake” y, aunque así es, el uso de la melodía de Cry my a river, se queda en lo anecdótico, nada más. La producción de este corte, que fácilmente podría dividirse en tres secciones hiladas a la perfección, está impecablemente ejecutada, y la voz de Rosalía suena como nunca.

Si bien es cierto que este sonido único que Rosalía ha sabido crear para sí misma mezclando la tradición del folklore español con sonidos más modernos y actuales ya se había estudiado antes por muchos artistas, esta es la primera vez que alguien consigue algo tan rotundo y distintivo. Parte de la culpa la tiene el canario Pablo Díaz-Reixa, conocido como El Guincho, que se encarga de toda la producción de El mal querer junto a la propia Rosalía. Pero no es la única unión sorprendente de este proyecto, ya que entre sus colaboradores también se encuentran Rossy de Palma o C. Tangana.

A sus 25 años, Rosalía se ha marcado un álbum que promete colarse entre las listas de lo mejor del año y que, ya antes de publicarse, ha marcado a una generación que jamás imaginó verse canturreando flamenco. Siendo esto el principio de su carrera, es emocionante imaginar cuáles serán los siguientes pasos que dará la de San Esteban de Sasroviras y adónde le llevará la ambición y determinación que la definen. El mundo entero estará observando.