Teatro

"La cultura no depende sólo de los creadores, sino del público"

"La muerte del teatro nos daba pie a desplegar la historia del teatro con claves del género negro", señala el actor y músico

Miguel Magdalena, durante una función. // David Ruiz

L a trama noir de Crimen y telón plantea la muerte del teatro para brindar un homenaje a las artes escénicas, ¿pero encierra también un grito de alarma por la precaria situación del arte y la cultura?

En realidad, lo que nosotros planteamos es una situación hipotética para despertar la pregunta de qué creemos que pasaría si la cultura, en general, desapareciese, no sólo el teatro, y cómo viviríamos un escenario en el que eso ocurriera. Para nosotros, la obra no tiene ni un sentido premonitorio ni ese punto de denuncia sino que, en realidad, nos interesa ver cómo la gente reacciona desde su amor por la cultura cuando se plantea una situación en que ya ni la tiene ni puede disfrutarla. Por tanto, es una manera de homenajearla y valorarla.

Sin embargo, las distopías hablan siempre del presente, así que resulta lógico que ese supuesto asesinato del teatro tuviera un origen social.

Claro, en esta línea sí que interpelamos al espectador porque creemos que la cultura no sólo hay que desarrollarla, en el sentido de no es únicamente una cuestión de los creadores, sino que también hay que "consumirla", que es un verbo algo feo, pero con el que me refiero a la idea de que la cultura tiene que contar con el receptor. No sólo se crea, sino que también se disfruta de lo que se crea y, en ese sentido, quizás lo que intentamos con esta obra, desde el presente, es hacer espectadores.

¿Por eso optan por romper la cuarta pared e implicar al público en la resolución del crimen?

Claro, aunque también es algo que, como Ron Lalá, nunca podemos evitar. En todos nuestros espectáculos contamos con el público, porque es algo que tiene que ver con lo que para nosotros significa el teatro. Si el teatro tiene cuarta pared, para nosotros hay toda una dirección de la comunicación teatral que se pierde, porque el teatro tiene que contar con el público y es fundamental que éste forme parte de lo que estás haciendo. Al fin y al cabo, haces algo para alguien y esto no es sólo un principio estético, porque lo que el espectador te devuelve siempre te sirve como recurso teatral. A veces, eso te aboca a lo inesperado, pero como actor te hace tener un grado de concentración, agilidad y juego que es fundamental en el teatro.

En concreto, ¿cómo dialogan en Crimen y telón esa trama futurista con las referencias a los clásicos que desfilan en el texto?

Pues enlazando esta pregunta con la primera, a nosotros nos pareció muy buen punto de partida hablar de la muerte del teatro como personaje. Esto nos daba pie a desplegar toda una historia del teatro con las claves del género negro. Lo que ocurre es que el teatro es probablemente una de las artes más antiguas que existen, de modo que, si quieres transitar una pequeña historia del teatro en una hora y media, tienes que rescatar tres o cuatro claves fundamentales de ese relato y una de ellas es la época clásica, el Siglo de Oro en España y algunos otros países europeos, como Francia o Inglaterra. Por tanto, a través de la investigación del propio crimen del teatro, el detective Noir, que es el encargado de resolver este "articidio" que se ha cometido, investiga al teatro como personaje y, para ello, investiga la historia de su desarrollo, lo que lleva a que hablemos de teatro antiguo, teatro clásico, teatro griego y teatro contemporáneo.

¿Estos viajes en el tiempo, hacia delante y hacia detrás, se suceden con el habitual ritmo vertiginoso ronlalero?

Es que para nosotros ese ritmo vertiginoso es más bien una actitud. Nos gusta el teatro que no tiene que no viene de la cabeza, sino del ánimo y nos parece más interesante una propuesta que no pase por lo racional porque te permite ir un punto por delante del espectador. Nosotros siempre le imprimimos un ritmo alto a la actuación y el tempo de las escenas, así que el metrónomo del espectáculo va más bien vivace -utilizando una expresión musical- y eso también nos permite que el espectador no piense, sino que se deje llevar por ese ritmo con nosotros.

Y siempre desde el humor, por supuesto.

Claro, fundamental. Ya lo decía Molière: cuando el espectador se ríe, abre la boca y le entra un pensamiento. Para nosotros no tiene parangón: el humor es un vehículo inigualable para comunicar y transmitir cosas. Hoy nos gusta reivindicarlo cada vez más porque se está perdiendo esta capacidad de poder reírnos de cualquier cosa y, a través de esa risa, poder exorcizar muchos males que tenemos.

¿Se refiere a esa caza de brujas que asedia el terreno del humor en los últimos tiempos?

Exactamente, me refiero a esa manía que nos ha dado ahora por decirle a todo el mundo lo que tiene que pensar sobre las cosas. Me parece un problema bastante impropio del siglo XXI. Y creo que nos falta a todos esa voluntad de comprender lo que la persona que tienes en frente está diciendo, independientemente de que lo compartas, lo valores o lo enjuicies, porque es importante entender lo que esa persona te está queriendo decir y valorar de dónde viene o por qué crees que es así, en lugar de darle un palazo porque consideras que lo es lo que debe de pensar. Simplemente, es la lógica de la libertad de expresión.

Con todo, entre sombras distópicas y mordazas a la libertad, Ron Lalá se aproxima al cuarto de siglo de su trayectoria. ¿Cuál ha sido su clave para vivir -o sobrevivir- hasta el presente?

Cierto, ya hemos cumplido 23 años y nos quedan dos años para cumplir 25. Creo que hay claves que son muy básicas y cuando uno habla de esto parece que cae en lugares comunes, pero si hay algo que tenemos claro es que la humildad es una de las principales características que debe tener cualquier artista. La humildad te permite seguir aprendiendo y te permite ser siempre distinto y generar nuevos retos y metas diferentes. Y eso te obliga a cambiar, así que no puedes aburrirte ni de ti mismo ni de los que te rodean. Nosotros siempre hemos trabajado mucho desde ahí, aunque no sea una condición que nos hayamos impuesto, porque la humildad no te la puedes imponer, sino que es algo que te nace. Luego, por otra parte, también está el cariño y el respeto por los compañeros, porque somos prácticamente una familia y muchos de nosotros hemos sido compañeros en el instituto. Nos hemos visto crecer de muchas maneras y hemos compartido muchas situaciones buenas y malas. Por tanto, si todo esto lo puedes vivir desde la humildad, el respeto y la admiración hacia tus compañeros, porque nos admiramos mucho entre nosotros, aunque a veces no lo reconozcamos, desde ahí puedes estar desde 20 a 70 años enfrentándote siempre a nuevos retos. En ese sentido, creo que es como el amor y las parejas; si cumplen unas bodas o de oro es porque se respetan y se comprenden, más allá de que se quieran mucho.

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