Explicaba el maestro Antonio Chenel, Antoñete, que "cargar la suerte es cambiar el toreo lineal por la hondura y la profundidad". Con ese concepto, tras dos años sin material nuevo y muchas tardes en los tendidos, Andrés Calamaro firmó otro regreso en 2018. Lo hizo con su decimoquinto álbum de estudio debajo del brazo: Cargar La Suerte, un disco grabado en Los Ángeles durante cuatro días con la compañía de músicos estadounidenses. El resultado es su mejor trabajo desde La Lengua Popular (2007). A lo largo de 12 canciones, durante 42 minutos y 54 segundos llenos de inspiración, el músico borda diferentes palos -pop rock ( Verdades afiladas), rock con arreglos jazzísticos ( Tránsito lento), sección de cuerda para arropar el rock ( Cuarteles de invierno), versos en clave que recuerdan al Vigilante Medio Argentino ( Las rimas) o rock en estado puro ( Falso LV)- como el maestro que reparte verónicas, chicuelinas, manoletinas, pases de pecho, derechazos o estatuarios sobre la arena. Esta noche, a partir de las 21.00 horas, le tocará, además de repasar sus éxitos, defender Cargar La Suerte en el Gran Canaria Arena.

Vuelve Calamaro a Gran Canaria 11 años después de su última visita. Y regresa con el principio de libertad como bandera, un ideal que le ha hecho chocar de frente contra la corrección política por "no creer una serie de tendencias por el simple hecho de ser tendencias". Entre 2008, cuando ofreció un recital en la grada curva del Estadio de Gran Canaria y hoy, el argentino se ha metido en múltiples charcos por defender su pasión por los toros o por opinar sobre la política de española. En medio de esos rebumbios ha sido acusado de fascista por verenar a tipos como Morante de la Puebla o José Tomás y coquetear con el discurso de Vox. Él, que fue señalado por Jorge El Tigre Acosta, uno de los represores de la ESMA y responsable de hacer desaparecer a cientos de personas durante la dictadura militar de Argentina -"el golpe de 1976", señaló el capitán, "no fue una represión ilegal sino una guerra, una guerra que aún continúa y en la que uno de los enemigos a vencer es Andrés Calamaro"-.

Principios impolutos

Frente a la moralina, Calamaro se ha mantenido firme en su discurso. "Desconfío de cualquiera", afirmó en una entrevista publicada por LA PROVINCIA el 12 de mayo, "que presuma de principios impolutos. Si me corren por la izquierda me resulta incluso tierno. Pueril". Y más allá del ruido, está su música que, en definitiva, será la excusa que reúna hoy al personal en el Gran Canaria Arena. "El arte es Dios. Me lo dijo un torero", apunta el propio músico, un tipo que durante las últimas cuatro décadas ha firmado un puñado de canciones que figuran entre las mejores del rock en español.

Recibió la alternativa con Miguel Abuelo como integrante de Los Abuelos de la Nada tras el rito iniciático de leer El banquete de Severo Arcángelo - de "padre de los piojos, abuelo de la nada" viene el nombre de la banda-. Fue apadrinado luego por Charly García y Litto Nebbia. Y entre aquellos primeros pasos, dejó su primer gran éxito, Mil horas, y dejó registrada una canallada tan brillante como No se puede vivir del amor.

El salto a España, de la mano de Ariel Rot, le permitió asomar la cabeza a partir del rock pobre: junto a Rot, Julián Infante y Germán Vilella. En esa etapa deja pases a la muleta como Mi enfermedad, A los ojos y Dulce condena -las firma junto a Rot-, Sin documentos o Para no olvidar.

La emancipación del hogar de Los Rodríguez dio paso a dos obras monumentales: Alta Suciedad y Honestidad Brutal, discos en los que manufacturó joyas como Flaca, Loco, Me arde, Media verónica, Crímenes perfectos, El novio del olvido, Los Aviones, El día de la mujer mundial, Te quiero igual, Clonazepán y circo -20 años después aún retrata a la perfección a Argentina, donde "lo más noble es la amistad", como escribió Borges-, o Paloma.

El éxito en solitario abrió a Calamaro las puertas del periodo camboyano, viaje que inició con El Salmón, un extenuante álbum quíntuple que llevó al artista a cuatro años posteriores de reclusión. En 2004, a lomos de un verso de Martín Fierro -"gracias le doy a la Virgen, gracias le doy al Señor, porque entre tanto rigor y habiendo perdido tanto, no perdí mi amor al canto ni mi voz como cantor"- el artista destapó su vertiente más crooner con El Cantante -álbum en el que sobresale Estadio Azteca junto al Niño Josele- y de la mano de la Bersuit voló alto en la gira El Regreso.

Cicatrizadas las heridas provocadas en Deep Camboya -apartamento de la Recoleta donde ardió y se consumió-, Calamaro ha registrado momentos de lucidez - Corazón en Venta o Tilín del Corazón ( El Palacio de las Flores), 5 minutos más (minibar), Mi Gin Tonic, Soy Tuyo ( La Lengua Popular), Cuando no estás ( Bohemio), Falso LV o Tránsito Lento ( Cargar la Suerte)- que han maridado con su pasión por ejercer el principio de libertadad para todo lo demás.

El Salmón remonta libre porque, después de todo y como apuntó el maestro Juan Belmonte, "se torea como se es".