El año del cerdo es un triste sarcasmo

Los chinos, en la conmemoración del animal de su horóscopo que encarna la abundancia y la prosperidad, ven cómo la peste porcina africana se lleva por delante un tercio de su cabaña

El año del cerdo es un triste sarcasmo

De manera egoísta a veces deseo que los chinos, en vez de profesar el budismo, el taoísmo, el confucianismo y la religión tradicional china, se conviertan al Islam. Así nos libraríamos de esa pasión suya por la casquería, los jamones y las chacinas, en general, que dispara las exportaciones del cerdo y pone en peligro el consumo local. Por si fuera poco las enfermedades porcinas en un país que no se ocupa como es debido de la higiene han elevado de forma considerable en los mercados la cotización de la carne más querida por la cristiandad.

Tengo entendido queEspaña superó el año pasado por primera vez a Alemania en las exportaciones cárnicas al gigante asiático, cuando no siempre las cosas han rodado bien este sentido. Todo lo contrario. Circuló durante décadas la leyenda de que la mafia italoamericana había propalado una teoría infundada y canalla de la peste porcina para cerrar las fronteras de Estados Unidos a los jamones españoles y favorecer el negocio del prosciutto de Parma, estupendo pero de una escala inferior de calidad que nuestro ibérico. Es posible que Lucky Luciano fuese consciente de esto último e intentase cerrar y abrir mercados de la manera que solo la Cosa Nostra sabe, el caso es que por una u otra razón, los jamones nacionales permanecieron en casa y si bien hizo que se resintiese la exportación ibérica, ello redundó, por otra parte, en la felicidad de los hijos de esta tierra ¿Quién sabe qué hubiera sido de la calidad golosa del pata negra de bellota en unas circunstancias de expansión del producto?

Años más tarde Wang Weiqiang, en 2006, y su compatriota Wu Zheren, en 2007, quisieron hacer las cosas de otra manera registrando las marcas Jabugo y Hameng Jabugo para distribuir falsas patentes ibéricas en China. Por entonces, España empezaba a exportar jamones al país del Dragón y existía el temor entre las oficinas comerciales de que nuestro producto más distinguido fuese a ser copiado vilmente. Y probablemente eso era lo que pretendían los chinos tramposos del Jabugo, sin tener en cuenta que se trata de una marca registrada por la firma Sánchez Romero Carvajal y que, en general, los perniles de ese bendito rincón de la tierra están protegidos bajo la denominación Jamón de Huelva. Entonces, la operación se frustró afortunadamente gracias a la eficaz intervención de la Oficina Económica y Comercial de la Embajada de España en China, que detectó la maniobra del par de oportunistas asiáticos dispuestos a vender los jamones de sus cerdos con el apellido más aristocrático que existe en el mundo chacinero.

No queremos bromas con nuestros cerdos. El cerdo es punto y aparte. Desde la cabeza a los jamones se traduce en una gloriosa sinfonía de la carne. Lleva tatuada la firma de Rabelais y de sus personajes, Gargantua y Pantagruel. Nadie sabe representar como él las ganas de comer, un aspecto que no hay que confundir con el hambre.

Trampas

Pero ¿de dónde viene la pasión china por la carne de marrano? Los chinos, como sabemos son muchos, y comen casi de todo. La despensa de su cocina milenaria es infinita, no existe casi nada en lo que no hinquen el diente. Que la celebración en 2019 del Año del Cerdo, el animal que encarna la prosperidad, haya coincidido con una epidemia de peste porcina africana que se ha llevado por delante millones de cabezas, ha supuesto una broma pesada y más recientemente la liberación de 10.000 toneladas de carne de las reservas nacionales con el fin de estabilizar los altos precios del producto y hacer frente a una crisis que ha acabado con aproximadamente un tercio de la cabaña del país asiático.

El cerdo, del Año Nuevo chino, es el animal que llegó el duodécimo en la legendaria carrera que celebró el emperador de Jade. Según la leyenda del gigante asiático, se dedicó a sí mismo un banquete al comenzar la competición, sesteó y al despertar reemprendió la carrera en que quedó el último entre el resto de los animales de su horóscopo. La leyenda, con el pasar del tiempo, se convirtió en una especie de oda a la buena vida, la celebración y el placer, a la riqueza y la abundancia conseguidas por medios lícitos. O lo que es lo mismo, a la vida placentera adquirida con persistencia y encomiable voluntad.

Sin embargo, no da la impresión de que los chinos sean los seres de este mundo que mejor saben vivir. Quizás por eso durante tanto tiempo se mantuvo de modo plausible el lugar en la leyenda del animal perezoso que llegó el último tras la rata, el buey, el tigre, el conejo, el dragón, la serpiente, el caballo, la cabra, el mono, el gallo y el perro. El placer siempre rezagado.

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