Entrevista | Antonio Tabares

"El teatro canario sigue siendo ese gran desconocido"

"Lo primero que entendí fue que esas familias de La Palma necesitaban que su historia fuera contada", destaca el dramaturgo palmero

El dramaturgo palmero Antonio Tabares. R@dar

Proyecto Fausto nace bajo la premisa de construir una historia relacionada con el mar, como condicionante del carácter isleño y, a un tiempo, vehículo para tratar otras realidades. ¿Cómo desempolvó el misterioso caso del pesquero Fausto?

La idea de buscar alguna historia de Canarias relacionada con el mar como protagonista o espacio nos llevó, en un primer momento, a temas relacionados con la inmigración, pero la segunda premisa era que el texto estuviera representado por mujeres, así que me puse a investigar y enseguida apareció la historia del Fausto, que yo desconocía pese a ser palmero. Entonces descubrí que es una historia que estaba muy viva e enraizada en la isla, y vi clarísimo que era tan asombrosa y apasionante que había que contarla en el escenario. Y además, desde el punto de vista de las mujeres.

¿Cómo fue el proceso de documentación a partir de los testimonios directos de familiares?

Afortunadamente, en primer lugar ya había un libro con un trabajo de investigación concienzudo de Luis Javier Velasco, con el tomé un primer contacto directo con la historia. A partir de ahí emprendí una tarea bastante periodística en la que pude hablar con los hijos de los cuatro matrimonios implicados en la historia e, incluso, con la única mujer que aún vive. En ese sentido, tuve la ventaja de que muchos testigos aún residían en ambos pueblos, Tazacorte y El Paso, y fue un proceso muy emocionante porque lo primero que entendí fue que esas familias necesitaban que su historia fuera contada, un poco como catarsis. Y al final, Delirium y yo confirmamos nuestra sospecha de que esta historia no iba a dejar indiferente, porque tiene muchos componentes, desde el misterio a la emoción, para que los espectadores salgan conmovidos y cuestionándose muchas cosas que se plantean en escena.

¿Qué matices imprimió al proceso creativo el hecho de enraizarse en su isla natal?

Lo que hizo, más bien, fue facilitarme las cosas en el sentido de que esa tarea de encontrar a testigos y familiares estaban más al alcance de mi mano, porque en los sitios pequeños todo el mundo se conoce. Lo que ocurre es que, en el plano de la escritura, uno no se plantea que está escribiendo desde La Palma y para La Palma, sino de personas en situaciones extremas, como la de estos cuatro hombres que naufragan en el mar y las cuatro mujeres que esperan en tierra; sin tener noticias de sus maridos, sin saber lo que está pasando, con todos los hijos a su cargo, con las habladurías de todo el pueblo, y con un estado de ansiedad e incertidumbre tremendo. Por otra parte, conocer el ambiente en que se desarrolla la historia te ayuda a ubicar los personajes y a componer las escenas pero, al final, uno está escribiendo de seres humanos en conflicto, que es de lo que se alimenta el teatro. Por eso, esta historia tienen un componente que va de lo local a lo universal.

Pero su planteamiento va más allá de lo documental e, incluso, juega en el plano del metateatro, ¿también concibe el escenario como un terreno de juego?

Sí, eso también entronca con nuestro afán de plantearnos los montajes como un reto e ir un poco más allá, y no limitarnos a contar una historia de una manera convencional. En Proyecto Fausto, el concepto de verdad está tensionado de tal forma que, en un determinado momento, el espectador no sabe muy bien donde están la verdad y la ficción, que era el juego que queríamos llevar a cabo para reflejar lo que padecieron esas mujeres, que era no saber bien con qué se estaban enfrentando. Por tanto, en la obra se da un juego de muñecas rusas que interpela al espectador.

¿Cuál diría que es la mirada o los códigos comunes que comparte con Delirium Teatro?

Para cualquier autor es una suerte establecer una línea de colaboración de manera continuada con una compañía. Y la verdad es que tanto Delirium como yo entendemos el teatro de una manera similar, en la que nos gusta plantear historias que conmuevan y que, al mismo tiempo, nos hagan reflexionar y que nos entretengan también. Es decir, que no estén reñidas las tres cosas. Y luego, aspiramos a que nuestras obras tengan la máxima calidad, tanto en el plano actoral -que en Proyecto Fausto logra una de sus cotas más altas, porque las cuatro actrices están fantásticas-, como con todo lo que tiene que ver con la puesta en escena.

En cuanto al panorama teatral isleño, ¿echa en falta un mayor respaldo institucional o un circuito de exhibición más estable para la programación local?

Creo que ahora hay un muy buen momento para la escritura teatral en Canarias, pero lo ideal sería que, efectivamente, hubiera un circuito de exhibición con garantías de que el trabajo de calidad que se hace en las islas se pudiera ver en todas las islas -qué menos- pero, sobre todo, la gran asignatura pendiente es la proyección fuera de Canarias. Por ejemplo, Delirium ha hecho un par de funciones de Proyecto Fausto en la península que han costado Dios y ayuda, porque supone un sobrecoste enorme y difícil de afrontar para compañías pequeñas. Entonces, al final, el teatro canario sigue siendo ese gran desconocido en el resto de España. Si ya nos ocurre dentro de las propias islas, donde tenemos problemas para que se conozca el trabajo de nuestras propias compañías, de cara al exterior es peor aún. Y se debe a que, realmente, no hay una estructura cultural en la que se puedan sostener las compañías y parece que estamos aquí sobreviviendo a base del día a día, sin que haya una planificación a largo plazo para que una compañía pueda trabajar con ciertas perspectivas.

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