No hay que pararse mucho en presentar el que posiblemente haya sido uno de los más importantes fenómenos de literatura periodística en castellano del presente siglo. El libro que, siguiendo una tradición de investigaciones con nombres señeros como Perfecto Conde, Elisa Lois o Benito Leiro (de Faro de Vigo). En libros previos al de Carretero, o en artículos de prensa. La voz del periodismo siempre ha enfocado, en la medida en que se pudiera, a la sangrante lacra del narcotráfico en Galicia. Nacho Carretero (A Coruña, 1981) acabó en la primera plana de todos los medios cuando su libro fue inexplicablemente secuestrado (preventiva e infructuosamente, duró lo que duró, el absurdo secuestro). Y alcanzó un nuevo grado de fama cuando la productora Bambú materializó la teleserie basada en el libro, famosísima desde su emisión en Antena 3. Sin embargo, la serie no deja de ser una narración de género (basada en hechos reales, indudablemente) que quizá da una pátina inmerecida a ese mundo. Pátina que el original no ofrece, y que la traslación del libro por Luis Bustos a viñetas tampoco.

No es mejor ni peor tender a la épica, al cuento, o hacerlo al periodismo de investigación, pero es verdad que uno lee Fariña. La novela gráfica (editada por Penguin Random House) y si no viene avisado por la lectura previa del original de Carretero, lo que va a encontrar es un mundo más duro aún que el de la serie. Objetivos distintos, pero aquí uno palpa mucho más la realidad de aquel narcotráfico que viajó del tabaco a la droga, que tendió puentes entre las dos orillas del Océano Atlántico para llevar el crimen y la muerte de la droga al viejo continente (y en primer lugar a toda la costa gallega).

El cómic además ofrece un panorama actualizado, llegando hasta el presente. Un presente menos cinematográfico. Una segunda temporada de Fariña, la serie, es más difícil porque va a carecer de personajes carismáticos como esos mafiosos -a la-Scorsese- que tanto nos atrajeron en las interpretaciones, fabulosas, de actores como Javier Rey, Antonio Durán Morris, Eva Fernández o Carlos Blanco. La propia novela gráfica describe al nuevo narcotráfico gallego como más discreto pero no menos poderoso. En todo caso, más fuerte que aquel de los años de impunidad. Con nuevos contactos en nuevas latitudes. No hay crisis en el negocio de la fariña?

Modélico

Pero de todo esto ya sabrá quien conozca el libro original (aunque ojo, esta novela gráfica incluye un epílogo inédito de Nacho Carretero, Más allá de Fariña que es más que una adenda, y su lectura es obligada para quien compre el libro). Lo que hay que recalcar es que, siendo su contenido interesante, el reto del trasvase de ensayo a cómic se resuelve con nota muy alta.

Luis Bustos es un autor consolidado, de larga trayectoria (comenzó en los años noventa, a contracorriente, en un panorama historietístico yermo del que parecía más sensato huir que entrar). En su obra además ha demostrado dos cosas. La primera, su solidez formal. Casi desde sus primeros trabajos ya había algo en el estilo de Bustos magnético, con una capacidad envidiable para jugar con la página (las reglas del juego, obviamente las conseguirá dominar obra a obra), y con un estilo gráfico que guarda deudas tan dispares como Will Eisner y Javier Olivares. Clásico y rupturista, y a la vez moldeable (con obra humorística y dramática, adulta y más infantil, sin que nunca uno deje de estar viendo a Luis Bustos).

Posiblemente el que más nos gusta, los Bustos que más nos gustan, en fin, han confluido en Fariña: aquí vemos al dibujante de acentos más clásicos (el que borda ¡García! Codo con codo junto a Santiago García) y al que se deja querer por la experimentación (tiene en este campo algún fanzine auto editado interesantísimo, y obras mayúsculas como Versus, o tan juguetonas como POP). Pues sí, en Fariña el placer de coquetear con las posibilidades de la página está en plena forma. Coqueteos con el diseño, con ciertos guiños templados a su faceta más rupturista. Y se imbrica con la habilidad para bordar un estilo entre el realismo, la caricatura y el expresionismo envidiable.

No suele decirse y creo que merece ser dicho, Luis Bustos es uno de los entintadores más contundentes del cómic español. Lo denuesta de nuevo en Fariña. Y transpira elegancia compositiva. No hay página de su revisión de la? narcomuñeira galega, que no destile elegancia. Tampoco una sola escena que no sea perfectamente legible, ningún dato es confuso en sus manos.

De modo que, bien, la verdad es que hay que recomendar Fariña, la novela gráfica. A todo amante del noveno arte porque como cómic, es notable. Al seguidor de Luis Bustos porque está en forma. A quien no haya leído el libro original, porque aquí lo destila con eficacia. Al admirador de la obra de Carretero porque aquí se reconvierte en imágenes llenas de vibración. Y al amante de la teleserie porque va a conocer más profundamente ese mundo sucio, hediondo, del contrabando de droga, de las rías enharinadas, de los (altísimos) políticos conniventes, de las generaciones perdidas y las madres combativas. Va a ver que esa mafia carece de glamour y se acerca mucho a otras mafias que por el mundo reptan. Y va a advertir que el cuento, desgraciadamente, no acaba con la Operación Nécora.