Volando bajito

Caer en desgracia

Los periodistas sabemos bien que los que pregonan amor eterno mienten como mienten los que igualmente tienen el coraje de decir que nos detestan. Todo es mentira: en los dos bandos hay aduladores que creen que todos somos de la misma madera.

Asumo y agradezco, faltaría más, a los lectores que me siguen pero no me gusta el peloteo, mensajes que me llegan de alguien que se deshace en elogios que ni siquiera han leído. En fin, hace tiempo que mis amigos son los mismos, los que hemos ido cumpliendo años y despidiendo a otros con la naturalidad de ese adiós. La experiencia sirve para saber que la vanidad y la envidia no sirven para nada, salvo para tener claro que el opinar no es fácil; es un riesgo cuyo contenido nunca gusta a todos. El lector dirá con razón a cuento de qué viene todo esto. Lo explicaré.

Tengo compañeros de profesión de los que destaco su humildad, su honestidad y su ausencia de vanidad; es su santo y seña. Hoy hablaré de Manolo Morales, uno de los periodistas deportivos más querido de las islas. No creo haber hablado con él en mi vida pero lo he seguido a través de otros compañeros y del run run que me llega. Conozco su trayectoria y su caída en desgracia hace 12 o 13 años, creo, cuando Ramírez, dueño y señor de la UDLP, lo acorraló en beneficio de García Caridad que venía de Madrid y eso le mola mucho a los del campo, ¡ah!, y a papá Almeida, una vaca sagrada del periodismo deportivo isleño que ayudó a empujar a Morales. Una feroz crítica de Morales al juego de la UDLP enfadó tanto a Ramírez y Cía, que aquel apretó el gatillo y lo mandó años y años al paro. Hastael 1 de septiembre, miércoles, que vuelve por Radio Faycan. Morales nunca peleó, sabía que el enemigo entonces era grande y gordo.

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