Dicen que tras la crisis de la Covid-19 ya no seremos los mismos, que marcará un antes y un después, que el mundo, tal y como lo conocíamos, ha desaparecido... Los políticos, cautos, hablan ya de una “nueva” normalidad y los expertos vaticinan el fin de la globalización, un cambio de rumbo en el sistema económico, en la agenda de gobiernos y empresas y en nuestra forma de vida. ¿Hasta qué punto será así? ¿Nos despertaremos del letargo en un mundo totalmente diferente?

Para Orencio Vázquez, Coordinador del Observatorio de Responsabilidad Social Corporativa y miembro del Consejo Estatal de Responsabilidad Social de las Empresas (CERSE), “todo dependerá de cuándo contemos con un tratamiento eficaz o una vacuna contra el virus. Cuanto más tiempo pase las tensiones se irán incrementando y por tanto los nacionalismos rebrotarán y se alimentarán”. A criterio del experto, “la globalización en todas sus dimensiones se ha detenido de manera abrupta, pero no me atrevería a afirmar que ha descarrilado y ha dado paso un nuevo orden mundial. En mi opinión se trata de algo transitorio y paulatinamente se volverá a lo que entendemos por ‘normalidad’: nuestra vida antes de que se decretase el estado de alarma”.

Una gran crisis global para un mundo globalizado

En poco más de tres meses, la pandemia del coronavirus ha evidenciado “la fragilidad de muchos Estados en elementos estratégicos como el sistema de salud o la producción industrial, por citar algunos”, señala Vázquez. Por otro lado, ha puesto de relieve que “nos encontramos ante una globalización carente de mecanismos e instituciones capaces de reaccionar de manera conjunta ante una amenaza global. Todo ello nos lleva a la necesidad de repensar la figura del Estado, los modelos de producción basados en interminables cadenas de suministro y el orden económico y de gobernanza global. Resulta evidente la necesidad de profundizar en la cooperación entre países, y entre instituciones, empresas, gobiernos y sociedad civil”.

Esto afecta directamente al papel de la Responsabilidad Social Corporativa (RSC), en cuanto esta forma de actuación adoptada por las compañías conecta los intereses empresariales con las expectativas de la sociedad y puede contribuir a canalizar este cambio. Pero “aún es pronto para aventurarnos -advierte el coordinador del Observatorio-. Hay que dejar pasar un tiempo para calibrar los efectos económicos y sociales y poder valorar la reacción por parte de los líderes empresariales. La principal lección aprendida de la emergencia sanitaria es la evidencia de la vulnerabilidad del ser humano como especie. Espero que aprendamos la lección, que a partir de ahora empecemos a priorizar lo verdaderamente importante y esto se aplique también a la RSC”.

La RSC que nació de la Covid-19

En la crisis del coronavirus, las empresas han hecho más “tangible” su compromiso con la RSC. Son muchas las organizaciones que han puesto en marcha todas las acciones y recursos a su alcance para hacer frente a la crisis, llegando incluso a superar lo presupuestado para acciones sociales y filantrópicas o directamente reconvirtiendo sus líneas de producción hacia productos y servicios esenciales.

Si embargo, Vázquez es crítico con los “efectos ocultos tras estas campañas”. Se refiere, por ejemplo, a las empresas que, “debido a la situación de emergencia económica, no están haciendo frente a sus compromisos con iniciativas como Accord (‘Acuerdo sobre Seguridad de los Edificios en la Industria Textil de Bangladés’ rubricado por varias empresas a raíz del trágico colapso del edificio Rana Paza)”. “Un reciente estudio de la Universidad de Pensilvania documenta que hay más de un millón de trabajadores de la confección en este país asiático, que se encuentran en las cadenas de suministro de grandes marcas de moda, que han sido despedidos. De ellos, el 80,4% sin percibir ningún tipo de indemnización. Se debe ejercer especial cuidado con estos trabajadores, que son los más vulnerables de sufrir abusos en derechos humanos”, denuncia.

La senda de la recuperación

“¿Qué sucederá en los próximos meses y años?, ¿cómo se planteará la estrategia para volver a obtener rentabilidad?, ¿existirá más conciencia de la necesidad de redistribuir la riqueza?, ¿qué sucederá con la lucha contra el cambio climático?, ¿y con los ODS?”, se pregunta el experto en RSC intentando mirar a futuro. “Son incógnitas que se irán resolviendo. En un escenario post-confinamiento va a haber que atender a muchas cuestiones de alta emergencia social, algunas de las cuales ya estaban antes de la crisis sanitaria y que se pueden haber agravado: desempleo, desigualdad, cambio climático, pobreza, distribución de la riqueza...”.

Sobre el medio ambiente, a priori puede parecer que es uno de los grandes e inesperados beneficiados de esta crisis sanitaria. A medida que las personas, empresas y Gobiernos han ido modificando sus patrones y comportamientos cotidianos para contener el virus, se ha registrado una clara bajada en el nivel de emisiones de gases contaminantes. Sin embargo, se teme que la Covid-19 sea un arma de doble filo y que las medidas que se adoptarán posteriormente para estimular la economía tengan un efecto rebote que haga aumentar estas emisiones por encima de los valores precedentes.

Quizá sea así o, siendo optimistas, quizá la pandemia sí provoque cambios permanentes en los hábitos de consumo de la población mundial que ayuden a minimizar nuestro impacto y preservar mejor nuestro entorno. El hecho es que “el cambio climático no va a dejar ver sus efectos de manera tan evidente e inmediata como el coronavirus, pero si empresas e individuos no actuamos a tiempo las consecuencias serán letales para la especia humana y para el planeta”, sentencia Vázquez. Y subraya: “Las instituciones, en nuestro caso Europa, debe guiar la senda de la recuperación hacía un modelo sostenible y premiar aquellas actividades y empresas que tengan un mejor impacto en la sociedad”.