El virus del Nilo Occidental ha reaparecido en Andalucía, donde se han registrado tres nuevos casos, como sucedió el pasado verano, cuando esta enfermedad provocó la muerte a siete personas (cuatro en Sevilla y tres en Cádiz) en el mayor brote registrado en esa región hasta la fecha.

El virus del Nilo es una enfermedad transmitida fundamentalmente por la picadura de mosquitos que transcurre en el 80% de los casos sin síntomas, mientras que el otro 20% de los afectados desarrolla una enfermedad viral grave, según la Organización Mundial de la Salud.

Leve en humanos, la fiebre del Nilo Occidental se caracteriza por síntomas parecidos a la gripe: fiebre, dolor de cabeza y en las articulaciones, vómitos, erupción cutánea e inflamación de los ganglios linfáticos; síntomas que duran entre 3 y 6 días, y luego desaparecen sin mayores consecuencias.

Sin embargo, aproximadamente una de cada 150 personas infectadas desarrolla la enfermedad en su expresión más grave, lo que da lugar a encefalitis o meningitis (inflamación del cerebro o los tejidos circundantes), que pueden llevar a daño cerebral y a la muerte.

Dolor de cabeza, fiebre elevada, rigidez de nuca, desorientación, coma, convulsiones, debilidad muscular y parálisis, son algunos de los síntomas de la afección grave.

Las personas con mayor riesgo de sufrir la versión agresiva de la enfermedad son los mayores de 50 años y quienes hayan padecido enfermedades severas.

El periodo de incubación del virus dura entre 3 y 14 días; y su máxima incidencia se registra a finales de agosto y principios de septiembre. Posteriormente, el riesgo disminuye a medida que el clima se vuelve más frío y los mosquitos comienzan a extinguirse.

Perteneciente al género de los flavivirus, el virus del Nilo Occidental tiene su principal reservorio en las aves, por lo que se disemina cuando un mosquito -generalmente del género culex- pica a un ave infectada y luego inocula a una persona.

Tanto el ser humano como el caballo son hospedadores finales, es decir que se infectan pero no propagan la infección.

En casos excepcionales la enfermedad puede transmitirse por transfusiones y trasplantes, pero no por contacto directo.

No existe una vacuna para las personas (sí la hay para la afección equina), por lo que la mejor forma de prevención es evitar las picaduras de los mosquitos, para lo que se recomienda protegerse, utilizar repelentes y eliminar recipientes con agua estancada para evitar que los mosquitos se reproduzcan.

El virus del Nilo Occidental se encuentra presente en África, partes de Europa, Oriente Medio, Asia occidental, América y Australia.

Se aisló por primera vez en 1937 en Uganda, concretamente en una mujer del distrito del Nilo Occidental (del que toma el nombre) y en 1953 se identificó en aves del delta del Nilo.

En la década de los 90 resurgió a consecuencia de la sequía en África, de donde pasó a Estados Unidos en 1999, año en que se detectaron los primeros casos en Nueva York.

Desde entonces el virus es endémico en EEUU, donde cada año se registran casos.

Los peores brotes, hasta el momento, se produjeron en 2002, con 4.156 casos y 284 muertos, y 2003, año en que se registraron 9.862 casos y 264 muertes, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, en inglés) de Estados Unidos.

En Europa, Grecia registró 306 casos de infección en 2018, de los que fallecieron 41 personas, todos mayores de 63 años.

Ese mismo año, Rumanía contabilizó sus primeros tres casos, y en España fue entonces cuando ya se identificó, por primera vez, la presencia del mosquito de origen asiático "Aedes japonicus", capaz de transmitir, entre otras enfermedades, el virus del Nilo Occidental.

Precisamente en España, la fiebre del Nilo se cobró en 2020 siete víctimas mortales (cuatro en Sevilla y tres en Cádiz), en el mayor brote registrado en Andalucía hasta esa fecha, en el que se notificaron 76 casos (40 confirmados y 36 probables).