El aceite de oliva virgen extra posee muchísimas cualidades que lo convierten en un alimento esencial, es una grasa vegetal monoinsaturada y tiene grandes cantidades de antioxidantes, lo cual lo hace indispensable para una dieta saludable y para prevenir enfermedades. Cuando se habla de dieta saludable subyace la idea de una dieta equilibrada, variada y moderada en cantidades, que es la base del control de peso. Así, justo en el uso moderado del aceite de oliva en las comidas diarias está la clave para aprovechar sus propiedades adelgazantes.

La dieta mediterránea, la dieta tradicional seguida en España y reconocida por la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, tiene como principal fuente de grasa el aceite de oliva y hasta que no llegaron los alimentos procesados a mansalva y la cocina internacional conquistó los paladares de los españoles, nuestro país se había librado de la epidemia de la obesidad. Por tanto, no resulta aventurado recomendar una vuelta a los hábitos alimenticios de nuestros padres y abuelos, basados en un consumo diario de aceite de oliva como grasa principal sin sobrepasar las cuatro cucharadas. En cuanto a los demás alimentos, la Fundación de la dieta mediterránea propone un consumo diario abundante de vegetales -frutas, verduras, legumbres y cereales preferentemente integrales-, moderado diario de frutos secos y lácteos, moderado semanal de pescado, marisco y carnes blancas, y un consumo pobre o escaso semanal de carnes rojas y procesadas, así como de dulces.

Pirámide dieta mediterránea

La ventaja del aceite de oliva virgen extra frente a otras grasas es su escaso procesado, algo que los nutricionistas consideran siempre beneficioso para la salud. La razón es que los alimentos pierden en el procesado industrial parte de sus cualidades naturales, debido sobre todo a la incorporación de productos edulcorantes, colorantes y conservantes. Con cuatro cucharadas al día, que aportan alrededor de 360 calorías, cubrirás las necesidades de grasa de tu organismo para funcionar.

Por supuesto, no se trata de beber el aceite. Lo suyo es repartir esas cucharadas y sus calorías estratégicamente a lo largo del día, para que formen parte de tu desayuno, almuerzo, merienda y cena. Ten en cuenta, por ejemplo, que una tostada de pan con aceite es mucho más beneficioso para tu desayuno o merienda que tomar una pieza de bollería industrial, de alto valor calórico y escaso valor nutricional. A su vez, esa tostada de pan con aceite tendrá en tu estómago un efecto saciante que te controlará el apetito y te evitará el picoteo hipercalórico enemigo del control de peso.

Tus ensaladas, gazpachos y platos de cuchara aderezados o cocinados con aceite de oliva te proporcionarán el resto de grasa que tu cuerpo requiere.