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PSICOLOGÍA

La cara oculta del descanso: por qué el verano puede generar más ansiedad que calma

La psicóloga Nayara Ortega explica cómo soltar la presión y disfrutar de un descanso más real

El mito del verano perfecto

El mito del verano perfecto / LP/DLP

Johanna Betancor Galindo

Johanna Betancor Galindo

El verano se nos escurre entre los dedos como arena caliente. A medida que agosto avanza, la luz parece dorarse con cierta melancolía y con ella llegan las comparaciones, los balances, la sensación de que quizá no hemos exprimido lo suficiente estos días de descanso.

Lo que debería ser calma se convierte muchas veces en una carrera invisible: más planes, más fotos, más momentos perfectos que guardar en la memoria y en redes sociales.

Las altas expectativas sobre cómo disfrutar las vacaciones pueden convertirse en un espejismo agotador. “A veces nos sentimos mal justo cuando ‘deberíamos’ estar bien y eso genera aún más presión”, explica la psicóloga Nayara Ortega (@nayaraortega_psi). Porque no todos los veranos brillan igual, y tampoco todas las personas se sienten felices por decreto al llegar julio o agosto.

El mito del verano perfecto

La publicidad, las redes sociales y hasta las conversaciones con amigos han construido un ideal: el verano debe ser sinónimo de felicidad, energía, disfrute, bronceado y planes inolvidables. Pero ¿qué ocurre cuando la realidad no encaja en ese molde?

“Tus expectativas de lo que ha sido este verano te presionan más que te relajan. No tienes que exprimir el verano, puedes simplemente vivirlo”, señala Ortega.

La psicóloga recuerda que los problemas de salud mental tampoco se van de vacaciones: la tristeza, la ansiedad o el cansancio pueden aparecer igual que en cualquier otra época del año.

Cuando el descanso se vuelve exigencia

No siempre resulta evidente que la autoexigencia se ha colado en nuestras vacaciones. Puede disfrazarse de pensamientos como “debería estar disfrutando más”, “debería tener más energía” o “debería aprovechar cada minuto”.

Algunas señales de alerta son la culpa por descansar, la comparación constante con las vacaciones de los demás, la incomodidad por no tener algo “interesante que contar” a la vuelta o la dificultad para parar. Todo ello convierte lo que debía ser descanso en una nueva forma de estrés.

Es importante recordar también que en vacaciones hay días raros, emociones que pesan y momentos difíciles. Eso no significa que tu verano esté mal, sino que eres humano.

Una presión que pesa

La exigencia vacacional no surge de la nada. Muchos sienten que deben cuidar, organizar y sostener incluso en su tiempo de descanso. Guardan la presión para no “desaprovechar” la libertad o de tener un verano digno de Instagram.

A eso se suma una cultura que glorifica la productividad y mide incluso el ocio en términos de utilidad. De ahí que disfrutar del verano sin exigencia sea, “un acto de autocuidado y también de rebeldía”.

Claves para un verano más real

Algunas estrategias para liberarse de la presión son las siguientes:

  • Aceptar lo imperfecto: “El verano perfecto es el que te haga disfrutar. No le pongas presión a la calma, solo déjala ser”.
  • Escuchar tus necesidades: descansar no es perder el tiempo, es una forma de recuperar energía.
  • Romper con la comparación: cada verano es único, y no tiene que parecerse al de nadie más.
  • Permitir los días grises: incluso en vacaciones, habrá momentos de tristeza, cansancio o enfado. Forman parte de la vida.

Al final, como concluye Ortega, las vacaciones perfectas tienen que ser imperfectas. Solo así se transforman en un espacio auténtico donde, más allá de fotos y expectativas, podemos realmente descansar.

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