Científicas que dejan huella, éste es el título del reconocimiento honorífico que Maximina Monzón Mayor, catedrática de Biología Celular de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), ha recibido del Ministerio de Educación y Ciencia (MEC) por el desarrollo de su actividad científica y por sus avances en el desarrollo y regeneración de la vía óptica y las matrices que intervienen en la reconexión nerviosa.

El reconocimiento que ha recibido Maximina sólo se ha otorgado a otras tres mujeres, y procede de un "proyecto del MEC para reconocer la carrera y los trabajos de las científicas que dejan huella del panorama español". Entre ellas se encuentran Paola Bovolenta, Berta González y María Ángeles Peña, "científicas también de reconocido prestigio a nivel nacional e internacional". Todo el proyecto ha sido liderado por María José Barral, de la Universidad de Zaragoza.

Aunque afirmó que "no hay que crear falsas expectativas, aún estamos lejos de la meta, pero el gran esfuerzo que la comunidad científica realiza, sin duda, lo conseguirá".

Explicó que "algunos tejidos y órganos humanos tienen la capacidad de repararse después de lesiones", como por ejemplo la piel. Pero en el sistema nervioso central -cerebro y médula espinal-, cuando se produce una lesión o un traumatismo, como sucede cuando se sufre un accidente, las neuronas pierden sus conexiones nerviosas, es decir, mueren irremediablemente y no se regeneran, por lo que, aseguró, "por el momento no hay posibilidad de conseguir una reparación completa".

Hay que imaginar la neurona lesionada como una ciudad que está siendo asediada por un ejército enemigo. En este caso, el centro de la neurona sería la ciudad, y la carretera principal que la conecta con el resto del mundo sería el "axón" que conecta con el resto de neuronas. Si la carretera es cortada, la ciudad no recibe comida ni agua y por lo tanto se rinde al enemigo. Lo mismo sucede con el axón. Si es cortado la neurona se muere. Cuando un axón se rompe, la neurona deja de enviar información al resto de neuronas -en forma de impulsos eléctricos- y la neurona pierde su función y degenera. La causa de esta muerte se encuentra en que las neuronas están rodeadas de unas moléculas llamadas "inhibidores del crecimiento axonal" que impiden al axón arreglar la carretera destruida, es decir, reconectarse, explicó esta experta en Biología Celular.

Por otro lado, la vía óptica de los reptiles, al igual que la de los mamíferos, donde se incluyen los humanos, está llena de inhibidores del crecimiento. Pero sus neuronas sí tienen la capacidad de regenerarse debido a la presencia de unas moléculas llamadas "protectoras de muerte", "propiedades intrínsecas" y "moléculas externas". Gracias a ellas, los axones, una vez lesionados, hacen caso omiso de los inhibidores y reconectan con los centros ópticos superiores.

Ante la situación actual de esta investigación, se refirió a que "ahora el reto se encuentra en descubrir cuál es el porcentaje de visión que ha recuperado el animal. A esto lo seguirá el uso de la terapia génica, para, en lo posible, extrapolar los resultados de reptiles a mamíferos".

De esta investigación se ha escindido otro proyecto que trabaja en la creación de prótesis para la reconexión nerviosa -"matrices tridimensionales nanométricas"- que ayudarán en la reconexión del sistema nervioso periférico y central.

La imagen que podría des-cribirlo sería la de un cilindro que uniría cabos de nervios o una malla implantada en la médula espinal.

A ese cilindro implantado se le añadirían "factores neurotróficos y células gliales (envolventes de la mucosa olfatoria y Schwann entre otras muchas), se bloquearían los inhibidores del crecimiento axonal". Todo esto, concluyó, "ayudaría a restablecer la circuitería neuronal".

Con todo ello se pretende estudiar modelos de prótesis que permitan la reconexión nerviosa completa tanto en el sistema nervioso periférico como en el central que, recalcó, "por el momento no es posible".