- Usted tiene gran experiencia en pastoral vocacional. ¿Qué ha de reformar la iglesia católica para captar nuevos seminaristas y acabar definitivamente con la escasez de vocaciones?

- Bueno, lo de captar no me ha gustado nada. Nosotros no hablamos y pensamos en captar. Las vocaciones son llamadas, es Dios el que llama y el hombre el que responde. Por tanto, no hay ninguna caza y captura sino todo lo contrario. Es verdad que cuando uno se ha dejado seducir por Dios pues, eso, se encuentra seducido. Si usted lo quiere llamar captado, pues me parece muy bien.

- ¿Habría que cambiar el sistema, la propia concepción del seminario?

- Hablamos de cosas distintas. El seminario es para quien quiere ser cura y tiene que formarse intelectualmente, pastoralmente, mientras que la llamada es previa. Depende de los ámbitos de fe, de la vida cristiana donde se vive, en los colegios, en las parroquias.

- Usted es miembro de la comisión de Seminarios y Universidades de la Conferencia Episcopal Española. ¿Sigue siendo la universidad un ámbito estratégico para la iglesia?

- El ámbito educativo, donde se inscribe también la universidad, ha sido siempre una oferta de la Iglesia de primer orden. Primero, porque le interesa todo lo que educa al hombre y, en segundo lugar, porque ha estado abierta siempre a la verdad y buscando, incluso en la investigación, profundizar en ella. De hecho las universidades, cosa que ahora se olvida con frecuencia, han nacido en el ámbito de la iglesia. Y hasta el día de hoy las ha mantenido siempre con una mirada universal sobre el saber, el progreso y el hombre. Esa labor quiere seguir haciéndola porque piensa que ofrece un servicio inestimable.

- La enseñanza universitaria está inmersa en una reforma en toda Europa. ¿Cómo está afectando este proceso a los centros católicos?

- El plan Bolonia ha afectado a la educación superior en todo el continente. Las universidades católicas se han adaptado y han intentando, como han hecho las otras, adecuar sus materias, sus tiempos, a un plan que se ha convertido en un programa un poco general. Lo que es cierto es que en muchos casos se ve insuficiente por que, sobre todo en las enseñanzas humanísticas, es necesario más tiempo de reflexión y a veces una profundización en unos campos que no son puramente técnicos. El problema no va a estar en asumir el plan Bolonia sino en poder complementar de tal manera la formación para que no quede deficitaria.

- Lo que permanece inalterable es el comité ejecutivo de la Conferencia Episcopal. ¿Qué opina de la reelección como presidente de Antonio María Rouco Varela?

- Me parece que las consideraciones que se hacen desde fuera de la iglesia y, sobre todo, en los medios de comunicación, a veces responden mal a la realidad de los hechos. Lo que yo he vivido han sido unas elecciones muy normales, con un clima de armonía completamente acostumbrado y habitual. Ha habido más obispos que han dado su confianza al arzobispo de Madrid, quien ha demostrado con sus años de experiencia que puede desempeñar su labor con mucho rigor y con mucha facilidad. Y no veo muchas más lecturas. La Conferencia Episcopal no es un parlamento en el que hay luchas partidistas, ni unos que ponen a otros.

- Pero el resultado de la votación fue muy reñido y se ha interpretado como un deseo de renovación de ciertos obispos.

- No hago esa lectura porque creo que en realidad no es así. Ni las mentalidades son tan dispares ni hay tanto una lucha antigüedad-modernidad. Mire usted, la iglesia tiene el depósito de la fe que lleva predicando más de veinte siglos y tiene una mirada sobre la vida, la historia y los hombres que no depende de quién sea el presidente de la Conferencia Episcopal.

- Nuevo viaje del Papa a España en agosto para la Jornada Mundial de la Juventud. ¿Se batirán récords?

- Se habla de una participación de entre un millón y medio y dos millones de jóvenes. Es posible que sí haya récord pero ha habido citas más abundantes, como la que tuvo lugar en Manila con casi 4 millones de chicos.