El poder del dinero es grande, insolente y egoísta, los bancos se preocupan sólo por sus dividendos y el salario de sus directivos, etcétera, etcétera... No sólo en la banlieu parisina florece la indignación; ahora es un hombre de 93 años, víctima de Buchenwald y en plenas facultades mentales, el que anima a un pueblo a levantarse contra la injusticia y a poner por delante su dignidad. Cada francés debe tener un motivo para indignarse por el mal funcionamiento de un sistema que ha acrecentado la diferencia entre los ricos y los pobres.

Uno de los doce padres de la Declaración Universal de Derechos Humanos, nonagenario, comandante de la Legión de Honor, llamado Stéphane Hessel, puso a los franceses en pie de guerra con la publicación de un folleto de poco más de 30 páginas, Indignez-vous!, en el que denuncia los excesos de una sociedad que desprecia al débil y rinde culto al dinero. En los primeros meses de circulación en Francia se vendieron en torno al millón de copias de este opúsculo, basado más en la exclamación que en la explicación. Ahora, Destino edita ¡Indignaos!, el alegato de Hessel, con prólogo del escritor José Luis Sampedro, coetáneo suyo, que se suma al "toque de clarín", como él mismo escribe. A los 93 años, no cabe tener pelos en la lengua.

Hessel, diplomático que combatió al lado de De Gaulle durante la ocupación alemana y posteriormente adquirió la militancia socialista, apela al espíritu de la Resistencia en su llamamiento a la insurrección pacífica contra el consumo masivo y la dictadura internacional de los mercados financieros que, según él, amenazan la paz y la democracia. Su discurso, prendido por un par de grapas, se ha convertido en un nuevo "yo acuso" frente a las recetas de austeridad, los recortes sociales, la mala vida que está empezando a sufrir el batallón de los más desfavorecidos y las terapias del Fondo Monetario Internacional. Por ese lado, se pueden entender los brochazos de tinta gruesa, pero se le com prende peor cuando en su alegato esgrime la defensa de la causa palestina y se siente capaz de razonar de manera perezosa y hasta indulgente sobre el terrorismo de Hamas, de quien un tanto ingenuamente asegura que, tras ganar las elecciones, no ha podido evitar que se lancen cohetes a los pueblos israelíes vecinos de Gaza en respuesta a la situación de aislamiento y bloqueo. La pregunta es: ¿no puede evitarlos o es Ha-mas quien los ordena?

"Evidentemente pienso que el terrorismo es inaceptable, pero hay que admitir que, cuando un pueblo está ocupado con medios militares infinitamente superiores, la reacción popular no puede ser únicamente no violenta", escribe. Aunque sigue: "En la noción de exasperación, hay que comprender la violencia como una lamentable conclusión de situaciones inaceptables para aquellos que las sufren". Hessel cree, en cualquier caso, que la exasperación es una negación de la esperanza, a la que la violencia da la espalda, y eso le lleva a concluir que no queda otro camino que la insurrección pacífica.

Este nonagenario es la prueba de que la revolución continúa en Francia por mucho que a alguien pueda parecerle lo contrario. Ya lo dijo Napoleón, el emperador, cuando un cortesano se atrevió a reprocharle que hubiese acabado con el espíritu revolucionario. "Se equivoca. Sólo soy el punto que marca la página en la que la revolución se ha detenido", le respondió, para añadir que, tras su muerte, la hoja se volvería y la revolución proseguiría su marcha. Ahora, la encarna un anciano airado de nombre Stéphane Hessel, veterano de la Francia Libre, que exige compromiso a los jóvenes para unirse a esa gran corriente de la historia que es la indignación.